miércoles, 10 de octubre de 2007

La reina mora

Cuenta una leyenda que Siurana era el dominio de la reina Abd-el-azia, de gran belleza.
Mientras se peinaba y se perfumaba, fue sorprendida por los cristianos, con la espalda y los brazos desnudos. Cuando la vieron los cristianos, se sorprendieron por su gran belleza y le prometieron la vida si se convertía al cristianismo.
Ella les dijo que lo aceptaba, con una voz muy dulce, al tiempo que cogía un velo para cubrirse pudorosamente las espaldas. Solamente les pidió que le permitieran unos minutos para acabar de vestirse y así, poder ser bautizada. Mientras los ilusos cristianos creían que se estaba vistiendo con sus mejores galas, bajó a las cuadras, tomó su caballo, lo montó y lo condujo hacia el precipicio; el caballo reculaba relinchando con fuerza delante del abismo. Aún hoy pueden apreciarse estas huellas en la roca.Rápidamente, Abd-al-azia se arrancó el velo y tapó con él los ojos y el caballo, muy asustado, saltó y se perdió absorbido por el precipicio.Los guerreros cristianos vieron volar algunos instantes los velos blancos de la heroína. Así fue como desapareció la reina mora ante sus ojos. Todo el mundo corrió hacia el abismo y quedaron sorprendidos cuando miraron al fondo. Los árboles que salían entre las grandes rocas rojizas del margen, parecían haber engullido el cuerpo de Abd-al-azia y de su caballo, ya que desde arriba, no era visible ninguno de los dos. Los guerreros, recularon cuando tomaron conciencia de este hecho y, girando la vista a su entorno, se preguntaban si realmente habían visto caer a la dama musulmana o si todo ello había sido un engaño producido por sus ojos. Abd-al-azia había esquivado las garras de los vencedores para mantenerse en su admiración. Los decepcionó con un impulso insatisfecho y encarnó en adelante una sugestión perenne. Venció la muerte para adquirir una perpetuidad literaria. Los cristianos ganaron la batalla y la guerra, pero no pudieron reducir a la majestuosa doncella, que era su espíritu. Plantaron la cruz en la torre más alta del castillo, y derrumbaron la mezquita; tuvieron en posesión la roca; pero la muchacha los burló. Su salto no fue un salto hacia abajo, sino proyectado hacia el futuro, resistiendo el transcurso del tiempo.

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