Pedro Navarro (Garde, Navarra, 1460 — Nápoles, 1528) fue un marino, militar e ingeniero español.
En sus primeros años se dedicó al pastoreo y al cultivo de la tierra, pero siendo aún niño y llevado por su deseo de viajar, se embarcó con unos mercaderes genoveses y pasó a Italia, donde entró al servicio del Marqués de Cotrón, caballero del reino de Nápoles.
En 1487 tomó parte, con 27 años, en la guerra que sostuvieron las repúblicas de Florencia y Génova, militando como un simple soldado a las órdenes de los florentinos. En esta guerra el talento de Pedro Navarro comenzó a manifestarse, pues construyó sus primeras minas de pólvora para derribar fortalezas, hecho por el cual los florentinos le doblaron la paga. Sin embargo, su invento no funcionó todo lo bien que esperaba Navarro, por lo que se dedicó a estudiar el modo de perfeccionarlo y de lograr el mayor efecto de las minas. El Marqués de Cotrón, que fue apresado en una nave por los turcos y conducido a Turquía, le recompensó sus servicios dándole una nave, con la que Pedro Navarro se dedicó al corso por el Mediterráneo, causando grandes daños a los piratas, principalmente a los que operaban en el norte de África. Esto le valió el sobrenombre de Roncal el Salteador. En 1499 fue herido por un disparo de arcabuz al tratar de asaltar una nave tripulada por piratas portugueses. Viéndose herido, puso rumbo a Civitavecchia, donde desembarcó y renunció a la vida marítima.
Se puso a disposición del Gran Capitán, a quien admiraba, y a cuyas órdenes luchó en las Campañas de Italia. El Gran Capitán encomendó a Pedro Navarro todo lo referente a ingeniería en la expedición que salió de Málaga en mayo de 1500 para unirse a la escuadra veneciana en Mesina y así marchar juntos españoles y venecianos contra los turcos. Pronto tendría Pedro Navarro su primera oportunidad de probar con éxito sus minas, pues el 25 de noviembre de 1500 logró hacer saltar una parte de la muralla del castillo de San Jorge, en la Cefalonia. También utilizó azufre para quemar a los turcos dentro de sus propias galerías.
Durante la segunda campaña de Italia (1500-1504) defendió la plaza de Canosa con 600 españoles de los ataques franceses que operaban al mando del caballero Bayardo. Sin embargo, Navarro tuvo que entregar la plaza por orden expresa de su jefe, el Gran Capitán; salieron de Canosa con bandera desplegada, a tambor batiente y dando vivas a España.
Al año siguiente se distinguió en la batalla de Ceriñola (28 de abril de 1503) por el acierto con que dirigió los fuegos de artillería y arcabuces contra la caballería pesada francesa. En la misma se puso de manifiesto la superioridad táctica de Gonzalo Fernández de Córdoba.
La victoria de los españoles les permitió apoderarse de Nápoles el 15 de mayo de 1503. Quedaron por rendir los castillos de Castilnovo y Castel de Ovo, cuya conquista se encomendó a Pedro Navarro, quien los tomó gracias al empleo de sus famosas minas de pólvora. El rey Fernando el Católico le recompensó dándole la investidura del condado de Alveto u Oliveto, situado en la Italia meridional.
A continuación, en 1508 el rey Fernando el Católico le ordenó perseguir con una escuadra española los piratas berberiscos que habían asolado las costas sevillanas. La expedición partió de Málaga, y Pedro Navarro se aplicó a ello con eficacia, limpiando de piratas tanto las cosas españolas como las africanas.
En 1512 se pone a las órdenes del virrey de Nápoles don Ramón de Cardona y participa en la tercera campaña de Italia (1511-1513), librada por España, Venecia y el Papa, que formaban una Santa Liga, para expulsar a los franceses de Italia. En esta campaña Pedro Navarro se distinguió tomando la inexpugnable ciudad de Bastia en tan solo cinco días. Pero en el sitio de Bolonia (1512) las minas de Pedro Navarro fracasaron debido a la humedad y al escaso tiempo disponible para prepararlas. Ramón de Cardona ordenó levantar el sitio y los franceses continuaron dueños de Bolonia.
En abril de 1512 se libró la batalla de Rávena, en la que Pedro Navarro estaba al mando de la infantería española, que resistió en perfecto orden los ataques de alemanes y franceses enemigos y la retirada de la caballería aliada e infantería italiana. En la retirada final Pedro Navarro cayó herido y prisionero de los franceses. El Caballero de Labrit, su captor, le condujo a Francia y le mantuvo en cautiverio tres años mientras pedía un rescate de 20.000 escudos. Don Fernando el Católico no quiso pagar el rescate de su liberación, por lo que el rey Francisco I de Francia pagó su rescate y le ofreció entrar a su servicio como general de sus ejércitos. Pedro Navarro escribió al rey Fernando el Católico para separarse de su servicio, y el rey le contestó que "podía hacerlo, pues era libre". Pedro Navarro devolvió al rey Católico el título de conde de Oliveto y la patente de general español.
Con su infantería organizada a la española, el rey Francisco I inició la cuarta campaña de Italia (1515). Al mando de la infantería francesa, en la que se incluían unos 6.000 vascos y gascones que acudieron a Francisco I espontáneamente, Pedro Navarro invadió el Milanesado en 1515 y se apoderó de las plazas de Novara, Vigenaro y Pavía. Participó en la victoria francesa de la batalla de Marignano, donde impuso una disciplina de fuego a los arcabuceros franceses que desordenó por completo a los compactos escuadrones de infantería suiza al servicio del virrey de Nápoles; se le considera el inventor del fuego a la voz por filas, utilizada por primera vez en esta batalla. Terminó su brillante campaña entrando en Milán al frente de sus tropas.
Con ocasión de la quinta campaña de Italia (1521-1522) volvió a este país con el encargo de llevar socorros al general Lautrec. Con este motivo se encontraba encuadrado en el ejército francés que fue derrotado en la batalla de Bicoca (1522) y en la que Pedro Navarro se distinguió de manera notable. Despues de la derrota, Navarro quiso llevar refuerzos a Génova, pero su llegada coincidió con la toma de la ciudad por las tropas imperiales, por lo que Navarro fue hecho prisionero por los españoles, que lo encerraron en Castelnovo durante tres años. Al firmarse el Tratado de Madrid de 1526, tras la derrota francesa de Pavía, fue puesto en libertad.
Pedro Navarro reunió tropas en Francia y con ellas marchó con el General Lautrec de nuevo a Italia. Este murió de peste en el sitio de Nápoles, y Navarro se puso a las órdenes del Marqués de Saluzzo. Cuando los franceses levantaron el bloqueo de Nápoles, tuvieron que emprender una desatrosa retirada hacia Aversa, y en ella Navarro resultó de nuevo hecho prisionero por los españoles. Fué conducido otra vez a Nápoles y encerrado por segunda vez en el castillo de Castelnovo.
Carlos I decretó su muerte por degollación, pero el virrey de Nápoles, el Príncipe de Orange, quiso evitarle la vergüenza de este suplicio, por lo que "fue ahogado entre dos almohadas o estrangulado con cuerda por mano del verdugo ... estaba tan viejo y achacosa que no podía estarlo más ... Pero el emperador fue censudado, pues debía haberle impuesto una prisión perpetua, en la que hubiese podido escribir y dejar algunas interesantes memorias de su arte y ciencia ... así he oido que pensaba obrar, y aún que comenzó a hacerlo." (Brantome, en su "Vidas de los grandes capitanes".)
Pedro Navarro murió en 1528 a los 68 años en el castillo que él había conquistado 25 años antes. Al día siguiente de su muerte los españoles escribieron el siguiente epitafio:
"Ilustre capitán español muerto al servicio de los franceses."
1 comentario:
Resumen sacado de Historia militar de España, Ingenieros militares ilustres.
http://www.ingenierosdelrey.com/
Publicar un comentario