
Varios fallecimientos ocurridos en su familia a lo largo de su infancia hizo que a Friedrich le ocupase intensamente el tema de la muerte. Así, en 1781 murió su madre; al año siguiente, su hermana Elisabeth de viruela; en 1787 su hermano Johann Christoffer, ahogado al intentar salvar al propio Caspar que se había hundido en el hielo, lo que le conmovió tanto por su corta edad, 7 años, como por creerse culpable de tal suceso; y, finalmente, su hermana María en 1791 por tifus.
Todos esto influirá

Friedrich personificó a un romántico típico. Era bastante introvertido, religioso y conectado con la naturaleza. El artista, que ya de por sí tenía ese carácter tímido y cerrado, atormentado y melancólico se apartó cada vez más de su entorno, sufriendo graves depresiones.
En 1835 a la edad de 61 años sufre un ataque de apoplejía que le paraliza brazos y piernas. Dos años más tarde ya no puede pintar.
Vende varios cuadros al Zar, lo que le permite pagarse una cura en Teplitz. Estos últimos años están marcados por la enfermedad y dificultades financieras. En sus obras tardías aparecen reiteradamente símbolos relacionados con la muerte, algunos obvios, como sepulturas y tumbas y otros que no lo son tanto, como las ruinas y las lechuzas.
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