Giacomo Casanova, el gran maestro veneciano del arte de la seducción. Nacido en 1725, su madre se empeñó en que siguiera la carrera eclesiástica. Pero sus amoríos y su presunta participación en un secuestro acabaron con las aspiraciones maternas. El amante por excelencia fue mucho más que eso: filósofo, espía, matemático, médico, vividor...
Por Juan Antonio Cebrián
Truhán, pendenciero, conquistador de damas y buscavidas en general. Este galán del siglo XVIII no reparó en embustes y tretas que le procuraran una vida desahogada, mientras viajaba por la Europa ilustrada visitando cortes y alcobas.Nació el 2 de abril de 1725 en Venecia. Era hijo de la reconocida actriz Zanetta Farussi y de Gaetano Casanova, quien asumió la paternidad de Giacomo, así como de sus tres hermanos menores, aunque nunca quedó claro, a decir de la madre, que él fuera el auténtico padre de la prole. El futuro seductor tuvo una infancia difícil, pues pronto quedó huérfano de padre, mientras que su madre se embarcaba en constantes giras teatrales, dejando el cuidado de sus hijos en manos de la abuela materna. Casanova fue un niño precoz dotado para la cultura. De frágil constitución, aprendió muy pronto a escribir y leer en italiano, francés y latín. Según su propio testimonio, perdió la virginidad con sólo 11 años, cuando se encontraba en Padua recibiendo las clases del doctor Grozzi. Al ser un adolescente de mente clara y despierta, su madre intentó que siguiera la carrera eclesiástica. En 1740 fue tonsurado, para un año más tarde recibir las órdenes menores y el doctorado en leyes. Pero era evidente que el joven no había sido llamado para el camino religioso. Aunque entró al servicio del Cardenal Acquaviva, sus constantes escarceos amorosos y una presunta implicación en el secuestro de una dama acabaron con su incipiente proyección eclesiástica, con lo que dio inicio a su trasiego viajero por Europa. Se dice que sostuvo no menos de 122 romances con prostitutas, doncellas y damas de alta alcurnia. En sus periplos viajeros cubrió más de 65.000 kilómetros, visitando las principales capitales de Europa en las que desempeñó, dada la gran cultura que poseía, diversos oficios: violinista, médico, matemático, poeta, novelista, filósofo, historiador... Asimismo, desarrolló una capacidad innata para las prácticas esotéricas. Fue un consumado cabalista, lo que le abrió las puertas de algunos de los salones más privados de Venecia y puso en alerta a la Santa Inquisición, motivo por el cual Casanova se vio forzado a emprender la fuga. Lo cierto es que frecuentó la cárcel con inquietante asiduidad, ya que en su biografía no faltan escándalos sexuales, quiebras económicas, fraudes y engaños de todo calado y condición. En Francia se codeó con Luis XV, Madame Pompadour y el propio Voltaire, de quien Casanova expresó su admiración diciendo que el día en que conoció a este enciclopedista fue, sin duda, el más feliz de su vida. Todo lo contrario le sucedió con Rousseau, filósofo del que el italiano se llevó una terrible impresión.Durante su estancia en el país galo, nuestro seductor fue uno de los artífices de la lotería nacional. En esas fechas comenzó a utilizar el falso título aristocrático de caballero de Seingalt, en un intento de soterrar su difícil pasado. Tampoco tuvo reparo en emplearse como espía de los franceses o de los venecianos, según soplaran los vientos.Visitó España, donde propuso a Carlos III la creación de una colonia germanosuiza en Sierra Morena, aunque en Barcelona su espíritu de conquistador le condujo a cortejar a la esposa del capitán general de la plaza, motivo por el que fue a prisión 42 días. Pícaro consumado, narcisista y sibarita, extrajo de las mujeres cuantos recursos materiales pudo aprovechar para su interés. Siendo ya maduro, optó por encaminar sus pasos hacia la literatura y la traducción de obras clásicas, como la "Ilíada", de la que realizó un hermoso trabajo. Más tarde escribió algunas novelas difamatorias sobre personajes de la época que le acarrearon un forzoso exilio de Venecia. A partir de ese momento, decidió redactar todos sus textos en francés. En 1787 conoció a Mozart con quien, al parecer, colaboró en la ópera Don Giovanni. Paradójicamente, esta obra presentaba a un seductor donjuán con un comportamiento similar al del veneciano. Cansado de tanto exilio, recaló, con 59 años, en Viena para recibir la protección del Conde Waldstein, un masón como él muy aficionado al ocultismo. El noble le ofreció trabajo como bibliotecario en uno de sus palacios y, allí, decidió emplear sus últimos años en la confección monumental de su autobiografía. La obra, Memorias, quedó inacabada a pesar de las más de 3.700 páginas escritas en las que Casanova reflejó sus primeros 46 años de existencia. Falleció el 4 de junio de 1798 dejando atrás un sinfín de peripecias transgresoras y emocionantes de las que el célebre vitalista jamás se arrepintió.
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