
Por aquella época, la mayoría de personas pensaban que las enfermedades eran un castigo de los dioses. Los tratamientos iban dirigidos a satisfacer a los dioses para que las enfermedades se curaran. Hipócrates fue en contra de este pensamiento convencional y consideró el cuerpo como un equilibrio de los famosos cuatro humores: Sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla.
Si una persona estaba enferma, significa que había un desequilibrio en los humores y, por tanto, tenía que recibir un tratamiento para reestablecer el equilibrio. Esto a menudo consistía en hacer sangrar (las famosas sangrías), vomitar y/o purgar al paciente. Este radical acercamiento llevó a la medicina fuera del mundo espiritual y los cuatro humores construyeron la base de los tratamientos médicos en tiempos medievales.
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