Uno de los factores importantes a la hora de dar la victoria a los persas y posteriormente poder mantener la unidad del imperio, era el respeto hacia las religiones y creencias de los pueblos que conquistaban. En este sentido, los persas aqueménidas mostraban una tolerancia poco común en aquella época, tolerancia que iba más allá por cuanto no sólo permitían que los pueblos conquistados siguiesen adorando sus dioses sino que además ellos mismos se convertían en adoradores de esos dioses. Así, por poner un ejemplo, cuando Ciro el Grande conquistó Babilonia, no solo permitió el culto de uno de los dioses principales de los babilonios, Marduk, sino que el propio rey Ciro se proclamó adorador del mismo. Otro caso muy conocido de tolerancia persa, en este caso también de Ciro y también durante su conquista de Babilonia, es el haberle permitido a los judíos que lo desearan y que estaban allí cautivos, regresar a su tierra y reconstruir su templo. Este hecho, que ha quedado registrado en la Biblia, ha supuesto que Antiguo Testamento haya visto a Ciro no solo como un rey justo y ecuánime sino como el instrumento de Yahvé para hacer cumplir su voluntad. La declaración que se conserva de Ciro al conquistar Babilonia es considerada por los estudiosos como la primera declaración de los derechos humanos.
Declaración de Ciro al conquistar Babilonia. Este cilindro, escrito en babilonio, es considerada la primera Declaración de los Derechos Humanos.
Darío III (336-330) vio el final de su imperio al ser derrotado por Alejandro Magno que sitió el palacio de Persépolis y finalmente lo incendió.
Mosaico de Pompeya donde se representa la Batalla de Arbelas en la que cayó el Imperio Aqueménida. A la Izquierda podemos ver a Alejandro Magno y a la derecha, con una pechera blanca a Darío III.
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