Conocedora de su cabeza despistada, la mujer del matemático estadounidense Norbert Wiener (1894-1964) siempre recordaba a su esposo antes de ir al trabajo la inminente mudanza de casa: "Norbert, no olvides que dentro de treinta días nos cambiamos de casa y que, cuando salgas de la universidad, no tendrás que que coger el mismo autobús, sino el que va a la zona de nuestra nueva residencia." Wiener siempre respondía: "Si, querida."
Y así llegó el día de la mudanza. El traslado se hizo mientras él estaba en la universidad. Como era de esperar, a la vuelta Norbert cogió el autobús de siempre. Al llegar a su antigua morada, recordó que ya no vivía en aquel lugar. Como no sabía ir desde allí a su nueva casa, cogió de nuevo el autobús que le llevaba a la universidad y esperó a que pasara el que se dirigía a su nuevo lugar de residencia. Al bajar, se encontró con un gran número de casas tan iguales que le era imposible reconocer la suya. Empezó a dar vueltas y vueltas hasta que, perdido y al borde del pánico, se acercó a una niña que iba por la calle y le dijo:
- Perdona, ¿no sabrás dónde viven los Wiener?
- Si papá. ¡Venga, te llevo a casa! -respondió la pequeña
No hay comentarios:
Publicar un comentario