jueves, 20 de septiembre de 2007

Sir Isaac

Sir Isaac Newton (1643- 1727) contó en sus comienzos con la ayuda valiosa de Barrow, distinguido profesor de matemáticas que quedó impresionado con las aptitudes de Newton y lo recomendó para una beca de matemáticas.
Newton demostró que la luz blanca estaba formada por una banda de colores (rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta) que podían separarse por medio de un prisma. Como consecuencia de estos trabajos concluyó que cualquier telescopio refractor sufriría de un tipo de aberración conocida en la actualidad como aberración cromática que consiste en la dispersión de la luz en diferentes colores al atravesar una lente. Para evitar este problema inventó un telescopio reflector (conocido como telescopio newtoniano).
En 1664, Halley un joven astrónomo visitó a Newton, el cual instó a Newton a publicar sus descubrimientos, esto hizo que Newton en los siguientes dos años, escribiera lo que resultó ser “Principios matemáticos de la filosofía natural”, escritos en Latín, ricos en detalles, con pruebas basadas con exactitud en la geometría clásica, y sorprendentemente raros en sus conclusiones filosóficas, matemáticas y científicas, los Principia contenían tres libros :
1. El primero reunía las tres leyes del movimiento de Newton.
2. El segundo trataba del movimiento de los cuerpos en medios resistentes, como los gases y los líquidos.
3. El tercer libro se ocupaba de la fuerza de la gravitación en la Naturaleza y el Universo.
Los últimos años de su vida se vieron ensombrecidos por la desgraciada controversia con Leibniz a propósito de la prioridad de la invención del cálculo diferencial. Acusaciones mutuas de plagio, secretos disimulados en criptogramas, cartas anónimas, tratados inéditos, afirmaciones a menudo subjetivas de amigos y partidarios de los dos gigantes enfrentados, celos manifiestos y esfuerzos desplegados por los conciliadores para aproximar a los clanes adversos, he aquí en pocas palabras los detalles de esta célebre controversia, que se terminó con la muerte de Leibniz en 1716, pero cuyas malhadadas secuelas se harán sentir hasta fines del siglo XVIII.

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