Justin Schmidt es un entomólogo que durante sus estudios y trabajo fue picado por infinidad de insectos, motivo suficiente como para llevarlo a crear una escala de dolor, actualmente conocida como el: Justin O. Schmidt Pain Index. Esta escala conforma un índice de picaduras ordenados en una escala de 1 a 4 según la magnitud de dolor que provocan al ser recibidas. Como patrón se utiliza el dolor producido por la avispa común como referencia, otorgándole a su aguijonazo un punto.En su índice vemos especies tales como Hormiga de fuego (factor de dolor 1.2) o la temible abeja africana (factor de dolor 2). Sin embargo, de todas las picaduras, con un factor de dolor de 4.0+ es la hormiga Paraponera clavata, habitante de las selvas nicaragüenses, la campeona indiscutida con un dolor semejante a: “Puro, intenso, dolor brillante. Similar a caminar sobre brasas ardientes con una aguja de 7 centímetros clavada en tu talón”.
La Hormiga Paraponera ya con su apodo nos deja intranquilos: Hormiga Bala, debido a que su picadura duele como un balazo, y el dolor tarda más de 24 horas en disipar. Su agente es un peptido neurotóxico que produce un ardor paralizante; tan poderosa es su toxina que una persona promedio muere de un choque anafiláctico si es picada una segunda vez. Su picadura es además comúnmente utilizada por las tribus indígenas del Amazonas en los rituales de iniciación. Festejos en los que se prueba el coraje y valor de un adolescente a punto de convertirse en hombre, haciéndolo ser atacado por estas hormigas y observar como reacciona ante el dolor.
La hormiga bala produce sonidos por medio de un órgano ubicado en el área abdominal y transmite a través del suelo las vibraciones a sus hermanas para reclutarlas y poder así realizar su objetivo, ya sea defender la colonia de enemigos o alejar a estos por medio de sus sonidos de alta y baja frecuencia, respectivamente. Convirtiendo este comportamiento en una comunicación acústica perfecta dentro del grupo de los insectos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario