viernes, 7 de septiembre de 2007

Amor constante más allá de la muerte


Cerrar podrá mis ojos la postrera

sombra que me llevare el blanco día,

y podrá desatar esta alma mía

hora a su afán ansioso lisonjera;


mas no de esotra parte en la ribera

dejará la memoria en donde ardía:

nadar sabe mi llama la agua fría,

y perder el respeto a ley severa.


Alma a quien todo un dios prisión ha sido,

venas que humor a tanto fuego han dado,

medulas, que han gloriosamente ardido,


su cuerpo dejarán, no su cuidado;

serán cenizas, mas tendrán sentido;

polvo serán, mas polvo enamorado.


Francisco de Quevedo

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