domingo, 18 de mayo de 2008

La Generala

Juana de Vega (A Coruña 1805-1872), condesa de Espoz y Mina, una de las grandes memorialistas del XIX y una de las personas que sentaron las bases del liberalismo español. Fue una adelantada a su época. Con una   esmerada educación, dotada de talento y formación nada común. Montaba a caballo, hablaba idiomas y escribía, siendo de las primeras mujeres que redactaron sus propias memorias, pero Juana de Vega fue también, como algunas señoras de la época, una dama dedicada a engordar la figura de su marido.

Se casó a los 16 años, el 25 de diciembre de 1821, con Francisco Espoz y Mina (1781-1836), militar navarro, destacado general que comenzó su carrera militar en plena guerra de la independencia. Fue un matrimonio de trato: ella ponía el dinero y él, con 24 años más  y de origen campesino, aportaba una gran carrera. La boda tuvo que celebrarse por poderes.

Él fue uno de los pocos generales que hizo frente a Luis Antonio de Borbón 'Duque de Angulema' (1775 - 1844), cuando entró en España al frente de los "Cien Mil Hijos de San Luis" para restaurar el régimen absolutista de Fernando VII. Tras ser tachado por este de republicano tuvo que capitular en noviembre de 1823, huyendo a Inglaterra, donde fue recibido como un héroe, para instalarse después en París. Desde allí trató de conseguir ayuda del gobierno francés de Luis Felipe I de Orleans para restablecer en España la Constitución liberal.

Juana se convierte en la secretaria particular y consejera de su marido. En el destierro,  empezó a recolectar material y documentos históricos aprovechando que su casa se convirtió en lugar de peregrinación de los revolucionarios. La influencia de Juana fue haciéndose cada vez más grande.

Regresaron a España en 1833 favorecidos por la amnistía decretada por la reina regente María Cristina de Borbón.

El gobierno monárquico de la regente le reconoció su graduación militar, nombrándole virrey de Navarra (1834-1836) y confiándole el mando supremo de la lucha en el Norte contra los carlistas. Se enfrentó sin éxito a Zumalacárregui

En la última etapa de la vida Espoz y Mina, que falleció en 1836 en Barcelona cuando era capitán general y procurador en Cortes, sufría fuertes dolores y apenas podía comer, pero su esposa se mantuvo a su lado en todo momento. Juana, la dama de luto, llegó a participar en la guerra y los soldados la llamaban La generala.

Durante la regencia de Espartero, entró a trabajar al servicio de Isabel II como su aya, y como camarera mayor de 1841 a 1843, y fue durante esa época cuando escribió La historia interior de palacio. Depuesta de su cargo, regresa a Coruña, donde su influencia se hará notar en la vida social y política de la ciudad.

Juana de vega, conservó el cuerpo embalsamado de su marido durante 35 años en su ataúd en una habitación contigua al dormitorio que convirtió en oratorio. También conservó el corazón del difunto en una urna de plata y ébano que convirtió en una especia de reliquia y le dedicó cinco tomos de memorias tituladas Memorias del General Don Francisco Espoz y Mina publicadas en 1852

Ese mismo año escucha tocar al violinista navarro Pablo Sarasate en una sesión privada y consigue que toque en público unos días después en el el Circo de Artesanos. Se convierte en su protectora y le sufraga todos los gastos de sus estudios en Madrid. En su recuerdo, Sarasate le dedicaría en 1882 su primera composición, Mi primera inspiración, una mazurca.

Al morir, en 1872, la Capitanía gallega le rindió honores de teniente general. Se hizo enterrar junto con el corazón de su marido en el cementerio coruñés de San Amaro, mientras que los restos de Espoz y Mina fueron trasladados a un mausoleo situado en el claustro de la catedral de Pamplona.

2 comentarios:

Eulogio Diéguez Pérez (Logio) dijo...

Acabo de descubrirte gracias al blog de Senovilla.

Volveré.
:o)

Un saludo.

vidiya dijo...

Muchas gracias por la visita.
Siempre serás bienvenido.
;)
Un saludo