jueves, 15 de mayo de 2008

Tierra de los bellos caballos


Capadocia, la tierra de los bellos caballos en su acepción textual, debido a que los caballos de la región cobraron fama por ser ofrecidos como regalo a los reyes Asurbanipal de Asiria y Dario y Jerjes de Persia, es una región histórica de Anatolia central, en Turquía. Se caracteriza por tener una formación geológica única en el mundo, y por su patrimonio histórico y cultural. En el año 1985, fue incluida por la UNESCO en la lista del Patrimonio de la Humanidad, con una zona protegida de 9.576 hectáreas.
Cuenta la leyenda que en la Capadocia, convivían sin problema los humanos y las hadas. Pero, como suele suceder en estos casos, un hombre y un hada se enamoraron, lo que estaba totalmente prohibido por ambos pueblos. La pena: la muerte. Sin embargo, la reina de las hadas recapacito y perdono a los amantes, pero para evitar que volviera a ocurrir hizo que todas las hadas se convirtieran en palomas. A partir de entonces, los humanos que habitan allí cuidan a las palomas que viven en las llamadas chimeneas de las hadas.




Las características geológicas del lugar han dado pie a que sus paisajes se describan a menudo como "paisajes lunares" llenos de cavernas, naturales y artificiales, muchas de las cuales continúan habitadas.Los grandes volcanes Erciyes y Hasan hace millones años cubrieron la zona con la lava. La toba, o bien la piedra caliza de 150 metros de espesor, desde hace millones de años se talla por medio del viento, la lluvia, el calor y el frío.
La situación geográfica de Capadocia la hizo encrucijada de rutas comerciales durante siglos, y también objeto de continuas invasiones. Los habitantes de la región construyeron refugios subterráneos donde ciudades enteras podían refugiarse en el subsuelo, y subsistir sin arriesgarse al exterior. podían tener hasta veinte pisos de profundidad y esconder a miles de personas durante semanas. Estas ciudades subterráneas estaban equipadas con respiraderos, caballerizas, panaderías, pozos de agua, y lo necesario para albergar poblaciones que podían llegar hasta 20.000 habitantes.

Exteriormente, las entradas estaban perfectamente camufladas, de manera que, cuando se acercaba el enemigo, todo el pueblo corría a las bocas de entrada, ocultas por rocas, y desaparecía ante la mirada atónita de los invasores. Haciéndolas rodar enormes ruedas de piedra que servían de puerta para cerrar cada acceso. La rueda se tallaba dentro a partir de una gran roca interior, y debía ser mayor que el vano para que el enemigo no pudiera abrirla desde fuera.

En su interior disponían de almacenes para alimentos, cisternas de agua y vino, cuadras y viviendas. Un sorprendente y eficaz sistema de ventilación aseguraba la circulación de aire a través de una chimenea central que descendía hasta el piso más bajo de la ciudad.

Cuando estas ciudades subterráneas fueron usadas durante el cristianismo bizantino, algunas cámaras fueron adaptadas como templos y decoradas con frescos en las paredes.

Se conocen hasta 36 de estas ciudades, pero se cree que puede haber más de 200. Kilómetros cuadrados de ciudad subterránea, que nos deja con la duda acerca de cómo pudieron construirlas hace tanto tiempo.

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