sábado, 5 de mayo de 2007

Nicolás Copérnico

El libro, De Revolutionibus Orbium Caelestium, cayó sobre Europa como un rayo. Copérnico, sin embargo, sufrió un ataque en 1542 y murió el mismo día en que se publicó aquél, ahorrándose la humillación de saber que habían
debilitado su obra con un cobarde prefacio que negaba la verdad de la teoría copernicana y la pre­sentaba como una especie de truco o juego de manos matemático para simplificar el cálculo de los movimientos planetarios.
Pero Copérnico hizo más que inventar una teoría, por­que modificó la relación del hombre con el universo. An­tes de él la Tierra lo era todo; ahora no era más que un cuerpo entre otros, en medio de un universo gigantesco.
La ciencia se halló por primera vez cara a cara con el desafío del infinito; se enfrentó de lleno con él y desde entonces ha venido ampliando el universo constante­mente. Después de encarar noblemente uno de los infi­nitos, cabía concebir una segunda especie, el mundo de lo infinitamente pequeño. El tiempo se amplió y alar­gó hasta el punto de poder pensar en la historia de la Tierra como un proceso de miles de millones de años.
La mente del hombre empezó a tantear y tantear en todas las direcciones. Y la persona que abrió el camino hacia el infinito fue Nicolás Copérnico, que murió el mismo día de su gran triunfo.

1 comentario:

vidiya dijo...

Nicolás Copérnico (Toruń, Polonia, 19 de febrero de 1473 – Frombork, Polonia, 24 de mayo de 1543) fue el astrónomo que formuló la primera heliocéntrico del Sistema Solar. Su libro, "De las revoluciones de las esferas celestes" es usualmente concebido como el punto inicial de la astronomía moderna.
Entre los grandes eruditos de la Revolución Científica, Copérnico era matemático, astrónomo, jurista, físico, clérigo católico, gobernador, administrador, líder militar, diplomático y economista. Junto con sus extensas responsabilidades, la astronomía figuraba como poco más que una distracción.
Mientras que la teoría
heliocéntrica había sido formulada por sabios griegos y musulmanes siglos antes que Copérnico, su reiteración de que el Sol (en lugar de la Tierra) está en el centro del Sistema Solar es considerada como una de las teorías más importantes en la historia de la ciencia occidental.