martes, 24 de julio de 2007

Precisamente así

Pues he aquí el cuento siguiente que refiere cómo le salió la gran joroba al camello.
Al principio de los tiempos cuando el mundo era tan nuevo-y-flamante y los animales empezaban a trabajar para el hombre, había un camello que vivía en un desierto espantoso porque no quería trabajar, y, además, él mismo era un espanto. Por eso comía tallos, espinos, tamariscos, algodoncillos y pinchos, holgazaneando de la forma más horrible, y cuando alguien le hablaba, decía: ¡Joroba!, sólo: ¡Joroba!, y nada más.
Al poco, el lunes por la mañana, se le acercó el caballo con una silla en el lomo y un freno en la boca, y le dijo:
-Camello, ¡oh camello!, sal a trotar como hacemos los demás.
-¡Joroba!-respondió el camello, y el caballo marchó a contárselo al hombre.
Luego se le acercó el perro con un palo en la boca, y le dijo:
-Camello, ¡oh camello!, ven a buscar y llevar las cosas como los demás.
-Joroba! -respondió el camello, y el perro marchó a contárselo al hombre.
Después se le acercó el buey con el yugo al cuello, y le dijo:
-Camello, ¡oh camello!, ven a arar como los demás.
-Joroba! -respondió el camello, y el buey se marchó a contárselo al hombre.
Al final del día el hombre reunió al caballo, al perro y al buey y les dijo:
-¡Ay de vosotros tres!, qué pena me dais (con el mundo tan nuevo-y-flamante), pero ese ¡Joroba! del desierto no puede trabajar o ya estaría aquí, así que voy a dejarlo en paz y vosotros tendréis que trabajar el doble para compensar.
Eso enfadó mucho a los tres (con el mundo tan nuevo-y-flamante) y mantuvieron una conferencia, y un indaba, y un punchayet, y una discusión al borde del desierto. El camello vino masticando algodoncillo, holgazaneando de la forma más horrible, y se rió de ellos. Luego dijo: ¡Joroba! y se volvió a marchar.
Entonces llegó el genio que tiene a su cargo todos los desiertos rodando en una nube de polvo (los genios siempre viajan de esa manera porque es mágica) y se detuvo a conferenciar y discutir con los tres.
-Genio de todos los desiertos -dijo el caballo-, ¿es justo que alguien holgazanee con un mundo tan nuevo-y-flamante?
-¡Desde luego que no! -respondió el genio.
-Bueno -continuó el caballo-, pues hay un animal en medio de tu espantoso desierto (él mismo es un espanto) con un cuello largo y largas patas que no ha trabajado absolutamente nada desde el lunes por la mañana. No quiere trotar.
-¡Fiuuu!-dijo el genio silbando-, seguro que se trata de mi camello, ¡por todo el oro de Arabia! ¿Y qué dice?
-Dice ¡Joroba!-respondió el perro- y se niega a ir a buscar y traer las cosas.
-¿Dice algo más?
-Sólo ¡Joroba! -intervino el buey- y no quiere arar.
-Muy bien -aseguró el genio-. Yo lo jorobaré, si tenéis la amabilidad de esperar un momento. El genio se envolvió con su nube de polvo, se lanzó a través del desierto y encontró al camello que holgazaneaba de la forma más horrible contemplándose en un charco de agua.
-Larguirucho y burbujeante amigo mío -dijo el genio-, ¿qué es eso que he oído que no trabajas nada con el mundo tan nuevo-y-flamante?
-Joroba! -contestó el camello.
El genio se sentó, apoyó la mano en la barbilla y empezó a idear una gran magia mientras el
camello contemplaba su imagen en el charco de agua.
-Has estado haciendo trabajar extra a los tres desde el lunes por la mañana por culpa de tu horrible holgazanería -dijo el genio, y siguió pensando en magias con la barbilla en la mano.
-Joroba! -contestó el camello.
-Yo que tú no volvería a decir eso -le aconsejó el genio-, puede que lo repitas demasiado. Burbujas, quiero que trabajes.
Y el camello volvió a decir ¡Joroba!, pero nada más decirlo vio que su espalda, de la que tan orgulloso estaba, se hinchaba y se hinchaba hasta convertirse en una enorme y desgarbada joroba.
-¿Ves eso? -preguntó el genio-. Es tu propia joroba que te has ganado por no trabajar. Hoy es jueves, y no has trabajado nada desde el lunes cuando empezó el trabajo. Ahora vas a trabajar.
-¿Cómo voy a hacerlo -replicó el camello-, con esta joroba en la espalda?
-Está hecha a propósito -explicó el genio-, todo por haber perdido esos tres días. De ahora en adelante podrás trabajar durante tres días sin comer, porque podrás vivir de lo que tengas en la joroba. Y no digas jamás que nunca hice nada por ti. Sal del desierto, reúnete con los tres y compórtate. ¡Joróbate!
Y el camello se jorobó, con joroba y todo, y marchó a unirse a los tres. Desde ese día hasta hoy el camello lleva siempre puesta la joroba (ahora la llamamos giba, para no herir sus sentimientos), pero nunca ha recuperado los tres días que perdió al principio del mundo y tampoco ha aprendido a comportarse.


La joroba del camello es un bulto muy feo
que en el zoo bien puedes ver,
pero más fea es la joroba que nos sale
cuando tenemos poco que hacer.
A los chicos y a los mayores también
cuando no tenemos bastante que hacer
nos sale la joroba,
la horrible joroba,
la joroba negra y azul.
De la cama saltamos,
la cabeza helada, la voz enmarañada,
tiritamos, ceñudos, gruñimos y refunfuñamos
por el baño, las botas y los juguetes amontonados.
Debería haber un rincón para mí
(sé que hay uno para ti)
cuando nos sale la joroba,
la horrible joroba,
la joroba negra y azul.
El remedio está en no quedarse quieto
ni atontado con un libro junto al fuego,
sino en coger un gran pico y una pala también
y cavar y cavar hasta sudar bien.
Entonces verás que el sol y el viento
y el genio del jardín al momento
te quitan la joroba,
la horrible joroba,
la joroba negra y azul.
Como tú la tengo
cuando poco quehacer tengo.
A todos nos sale la joroba,
la horrible joroba,
a los chicos y a los mayores también.



Rudyard Kipling

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