miércoles, 18 de julio de 2007

El delator, perdón, detector

Las máquinas detectoras de mentiras graban tres tipos de señales vitales: presión sanguínea, grado de sudoración y ritmo de respiración. Cuando se somete a una persona a una prueba con el detector, se le van haciendo preguntas y se graban las variaciones en sus funciones vitales.
En el cuestionario se intercalan preguntas de control, para diferenciar las respuestas que se dan con miedo o con culpa. Son del tipo: ¿su nombre es Pepe Pérez? ¿Ha robado algo en su niñez? Se supone que el individuo responderá a la primera sin miedo porque es verdad, mientras que la segunda le causará cierta perturbación, si es que ha cometido una pequeña fechoría de niño. Conforme aumenta el número de preguntas de control, se puede ir elaborando un perfil de las reacciones que surgen ante la mentira.
Para engañar a un detector, como hace Catherine Tramelí, protagonista de la película Instinto Básico, podríamos intentar ofrecer un perfil plano, sin emociones que puedan delatarnos. Otro método consistiría en autoprovocarnos con una chincheta escondida en el calzado u otro estímulo doloroso para así obtener un perfil tan caótico que no concluyera nada.
A pesar de todo, resultaría tremendamente difícil engañar a la máquina que, dicho sea de paso, en los últimos años ha incorporado sistemas auxiliares que la policía mantiene en secreto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno es saberlo, nunca se sabe cúando nos van a someter a uno. Porque todos somo malos, ¿o no?

vidiya dijo...

Todo llegará a este paso. En cuanto a lo de malos, ya sabes, todo depende del "cristal" con que se mire.