Originario de una familia de Iria Flavia del siglo IV, el joven Prisciliano (340-385) tenía inteligencia, don de gentes y de palabra y una gran cultura, que perfeccionó en la Universidad de Burdeos. Llegó a ser obispo de Ávila. Estaba llamado a ocupar un sillón entre los clérigos purpurados.
Sin embargo, fue en la ciudad francesa donde descubrió el cristianismo primitivo con tintes judaicos, maniqueos y orientales, y allí fundó una especie de escuela ascética donde se meditaba, se dejaba participar a las mujeres y no se prohibía el matrimonio entre clérigos, aunque se recomendaba la castidad. Además, Prisciliano condenaba la esclavitud, rendía culto a la naturaleza y admitía los evangelios apócrifos de Tomás, Juan y Andrés. Sus ideas obtuvieron gran éxito, en especial entre las mujeres y las clases populares, por su rechazo a la unión de la Iglesia con el Estado imperial y a la corrupción y enriquecimiento de las jerarquías. ¡Ni un milagro podría salvarle de las iras de la curia eclesial!
A su vuelta a Galicia, el éxito de sus doctrinas tomó unas proporciones enormes que se extendieron hasta Portugal y que inquietaban a la Iglesia oficial. Le acusaron de excesos sexuales, de celebrar orgías, de permitir que los clérigos llevaran el pelo largo, de que hubiera bailes en su liturgia.
Prisciliano y varios adeptos suyos fueron condenados en el año 385 y decapitados en Tréveris (actualmente en Alemania). Costituyó la suya, la primera muerte de un cristiano a manos de otros cristianos. Como dice Sánchez Dragó, es el primer mártir por un delito de opinión.
Existe una leyenda, según la cual, la urna de plata de la Catedral de Santiago de Compostela encierra las reliquias de Prisciliano y no las del apóstol. Entre los dos personajes surgen varias coincidencias: ambos mueren decapitados, ambos son trasladados a Hispania por sus discípulos dentro de un sarcófago y ambos entran por la desembocadura del río Ulla hasta Iria Flavia para depositar los restos en la necrópolis céltico-romana de Amaea, en cuyos alrededores surgió Compostela.
1 comentario:
En el año 1900 el hagiógrafo Louis Duchesne publica en la revista de Toulouse Annales du Midí un artículo bajo el título Saint Jacques en Galice, en el que sugiere que en Compostela está enterrado Prisciliano, basándose en el viaje que sus discípulos hicieron con los restos mortales del hereje hasta su tierra natal. Ya Menéndez Pelayo hablaba mucho de este personaje en “Historia de los heterodoxos españoles”. Sánchez-Albornoz o Unamuno se hacen eco de esta hipótesis que ha pasado a convertirse en una hipótesis muy popular, alternativa a la tradición cristiana. Recientemente Ramón Chao, en su obra “Prisciliano de Compostela”(1999) afirma que los huesos venerados son los del gallego Prisciliano.
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