martes, 8 de abril de 2008

De oro pulido

Antonio de Oro Pulido fundó El Aaiún a finales de 1938 cuando el Sáhara era un territorio inexplorado. Con 30 años, ocupó Sidi Ifni cumpliendo órdenes del Gobierno de la República. Más tarde cumpliría su gran sueño: fundar una verdadera ciudad en El Aaiún, adonde llegó con el objetivo de compartirla con los saharauis, a quienes consideraba sus legítimos habitantes. Crear una ciudad de nuevo cuño, una capital para estos territorios en la que sus habitantes encontrasen acomodo y remedio frente a los sinsabores de la existencia nómada. Un lugar donde los niños pudiesen ir a la escuela y los viejos sentarse a las puertas de sus casas cuando la noche hace llegar la brisa marina y el descanso, por fin, se hace posible. 
Y eso hizo.
Se le dio ayuda a los nómadas establecidos para que no tuviesen la necesidad de abandonar el lugar en busca de nuevas zonas de pastoreo, con la consiguiente dejación de los incipientes cultivos. Se realizaron trabajos de alumbramiento de aguas y surgieron manantiales de agua dulce en la orilla sur y de aguas salobres en la orilla norte. Se llevaron arados, se roturaron tierras, se inició una granja avícola y se plantaron los primeros frutales. El lugar hizo honor al nombre, Aaiún, las fuentes, lugar de manantiales.
Seis años después de la ocupación por Antonio de Oro del Aaiun, y siguiendo el relato de Galo Bullón, la ciudad contaba ya con "importantes almacenes de sociedades al por mayor, barrio comercial, plazas amplias, calles espaciosas... , escuelas españolas, escuela de Artes y Oficios, hospital, cómodas viviendas y una población indígena que se ha sedentarizado y edifica por su cuenta viviendas para sí y para alquiler, que labra tierras, posee huertas a las que aplica la enseñanza que se les da en nuestra pequeña granja de experimentación, en donde hay instalados además gallineros, vaquería, porquerizas, etc.".
Un genuino hombre de las dunas para quien el mayor placer consistía en compartir la inmensidad del desierto con sus legítimos y primeros habitantes. Compartir el agua de los oasis, el frío de las noches, el primer calor del amanecer.
Su experiencia en el desierto y su “instinto africano” –que le había hecho dominar el árabe y el hasanía y comportarse como uno más de los habitantes del Sáhara– hizo que llegará a escribir una gramática del hasanía que es el dialecto árabe del Sáhara atlántico.
Hasta que, de pronto, el día 28 de diciembre de 1940, el joven oficial que dedicó su vida a África, encontró la muerte en Tetuán víctima de una repentina y letal septicemia (proceso infeccioso a través de la sangre) que un par de años más tarde hubiera podido curarse con la simple administración de antibióticos.

1 comentario:

vidiya dijo...

Extraido del artículo de Francisco López Barrios, El Lawrence De Arabia Español.
Para información de primera mano sobre el Sahara:
http://recuerdossahara.blogspot.com/2007/01/la-huella-espaola.html