domingo, 27 de abril de 2008

Danton

 Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928), novelista español nacido en Valencia fue un autor muy popular durante el primer tercio del siglo XX, tanto en Europa como en Estados Unidos. Hombre desmedido, odiado y amado a partes iguales,  su estilo está más cerca del realismo-naturalista que del modernismo, al que correspondería por cronología, de ahí que le llamasen el Zola español.

Ingresó con 21 años en la masonería en 1887 adoptando el nombre simbólico de Danton.

En Los Ángeles trató con los directivos de la Metro proyectos para el cine. El primero fue una superproducción de Los cuatro jinetes del Apocalipsis (encargo personal del Presidente francés Raymond Poincaré de escribir una novela sobre la guerra) con  Rodolfo Valentino como protagonista. Después vendrían más películas,  Sangre y arena con Valentino, o Entre naranjos con Greta Garbo. Y vendría también un contrato fabuloso con la cadena Hearst, con más de 200 diarios: para empezar, 1.000 dólares por artículo, y 2.000 por cada narración corta. En la cuenta corriente de Blasco, el dinero entraba ya con una abundancia que seguramente no conocía ningún escritor de su tiempo. 

Nadie como él mismo para hacer un resumen de su vida: “Yo he sido agitador político, he pasado una parte de mi juventud en prisión [30 veces], he sido presidiario, me han herido mortalmente en duelos feroces, conozco todas las privaciones físicas que un hombre puede sufrir, incluso la de una pobreza absoluta, y al mismo tiempo he sido diputado hasta que me cansé de serlo [siete veces]; he sido amigo íntimo de jefes de Estado, conocí personalmente al viejo sultán de Turquía, he vivido en palacios; durante unos años de mi vida he sido hombre de negocios y manejado millones, en América he fundado pueblos...”.

Imaginó dos proyectos fantásticos; una Academia de la Novela, que pensó dotar con dos millones de pesetas de la época, una cantidad impresionante, es decir, un jurado permanente y bien remunerado que otorgaría cada año un Premio Blasco Ibáñez. Y segundo, la cesión de Fontana Rosa y del parque como una especie de residencia de vacaciones para escritores viejos o pobres, el "Jardín de los Novelistas".

Murió, tras un delirio en el cual dijo estas palabras: "¡Es Víctor Hugo! Que pase, que pase. Mi jardín…,mi jardín…" Hugo (“Yo declaro que siento por él una adoración casi mística”, afirmó en vida).

Ningún otro novelista de su tiempo, y quizá de todos los tiempos, ha retratado a los obreros como auténticos personajes de novela, y ninguna condena más firme que la suya contra la explotación del proletariado por el capitalismo.

Las religiones son los grupos humanos 

que más difícilmente llegan a entenderse 

para marchar juntos.

Blasco Ibañez

1 comentario:

vidiya dijo...

Para adentrarse más en la rica vida y obra de Blasco Ibáñez:
- El libro: La prodigiosa historia de Vicente Blasco Ibáñez de Joan F. Mira (Editorial Algar)
- La página web:
http://www.blascoibanez.es/