jueves, 3 de julio de 2008

El mágico violín

 El violín surgió en el norte de Italia hacia 1550, aunque fue en el siglo XVII y comienzos del XVIII que el arte de su construcción alcanzó el máximo esplendor en los talleres familiares de los Amati, Stradivari y Guarneri.

En el apogeo del Renacimiento comenzó Andrea Amati a fabricar violines, práctica que continuaron sus hijos Antonio y Girolamo. Este último tuvo un hijo, Nicolò Amati, quien aventajó a sus predecesores en prestigio, y quien traspasó los secretos de su arte a los dos aprendices que vivían en la misma cuadra: Antonio Stradivari y Andrea Guarneri.

Antonio Stradivari nació en 1644 y entró al taller de Nicolò Amati cuando tenía cerca de doce años, y ya entre los dieciséis y veinte años firmaba sus primeros violines. Alrededor de 1680 Stradivari se independizó definitivamente y comenzó a experimentar por sus propios medios. El año 1690 es tal vez el más relevante en términos de innovación en la construcción, forma y proporciones del instrumento, aunque sus mejores obras son los ejemplares construidos entre 1700 y 1725. El violín antiguo poseía un mango más grueso, menos inclinado hacia atrás, un diapasón más corto, un puente más bajo, y cuerdas hechas sólo de tripa, características que fueron modificadas para producir un sonido más fuerte y brillante.

Stradivari era alto y delgado y se le veía siempre con sus ropas de trabajo, lo cual revela la pasión y dedicación que tenía en su labor, se cree que su último instrumento lo construyó a la edad de noventa y tres, dos años antes de su fallecimiento el 18 de diciembre de 1737.

El máximo rival de Antonio Stradivari era descendiente de Andrea Guarneri, quien nació en 1626. Al igual que Stradivari, tuvo por maestro a Nicolò Amati entre 1636 y 1654, año en que deja su casa y comienza a trabajar en forma independiente. Si bien su labor fue extraordinaria, el más ilustre de la familia fue su nieto, Bartolomeo Giuseppe Guarneri (1698-1744), cuya reputación puede sólo ser comparada a la de Antonio Stradivari. Firmaba sus instrumentos con el monograma IHS (abreviatura griega de Jesús) y encima el signo de la cruz. De ahí el sobrenombre Guarneri del Gesù

Su labor fue siempre apresurada, pues hay que considerar que construía para el plebeyo más que para el noble; para el músico itinerante más que para los ricos. Y el precio que cobraba era acorde con el público que los recibía. Su vida y obra están rodeadas de misterio, uno de los cuales es el de su muerte, tal vez por causa de un crimen. Lo cierto es que nunca sabremos la magnificencia que podría haber alcanzado su arte de no haber muerto a tan temprana edad.

Hoy en día quedan 147 violines de Guarneri del Gesù, más la probable existencia de otros treinta o cuarenta. El número original no supera los 250, lo cual contrasta con la productividad de Stradivari que construyó 1116 instrumentos a lo largo de su vida, contando violines, violonchelos y violas.

El misterio del extraordinario sonido de los violines Stradivarius es desde hace tiempo motivo de diversos estudios. El doctor holandés Berend Stoel, de la Leiden University Medical Center (LUMC), en colaboración con el luthier estadounidense Terry Borman, ha llevado a cabo una investigación para tratar de explicar la diferencia de sonido ente los violines de los grandes maestros y los modernos. Para ello, han examinado cinco violines antiguos y siete modernos en un escáner médico del Hospital Monte Sinaí de Nueva York, empleado habitualmente para calcular la densidad de la membrana pulmonar en pacientes con enfisema.

La densidad de la madera de los violines más prestigiosos del mundo es la clave de su sonido único, a esa conclusión han llegado en este estudio, si bien el doctor Joseph Nagyvary, un químico húngaro  que desde 1968 es catedrático de bioquímica y biofísica en la Universidad de Texas, se dedicó a buscar las sustancias insecticidas usadas, que podían tener posibles efectos en la sonoridad del instrumento, las cuales resultaron ser tres principales: el bórax (un insecticida y endurecedor de la madera), fungicidas tales como la resina gomosa de árboles frutales (aparentemente Stradivari empleaba la llamada sangre de dragón, obtenida del fruto de una palmera malaya traída por Marco Polo del Oriente), y polvo de vidrio triturado, que se utilizaba como antitermitas. Estos ingredientes, junto con la perfecta construcción del violín, serían lo que le entrega al Stradivari la perfección de su característico sonido. Se rumorea que Stradivari anotó la fórmula secreta en las tapas de una Biblia, la cual nunca ha sido encontrada.

Un Stradivarius auténtico se distingue por sus finísimos acabados, madera de extrema belleza tornasolada y la etiqueta citando el año y el lugar donde fueron construidos.

1 comentario:

vidiya dijo...

La fuente principal de esta entrada es el artículo de Constanza Pérez Rossi titulado Stradivari versus Guarneri