miércoles, 2 de julio de 2008

Día y noche


Antonio López, siempre acompañado de su mujer, la pintora María Moreno, reparte su tiempo entre la fundición de Arganda y su estudio, donde trabaja en sus lienzos.


 Su tío Antonio López Torres (Tomelloso, 1902-1987), su mentor y maestro, le animó, apoyó y corrigió cuando era necesario. Perfeccionista hasta la exasperación, pinta del natural y siempre con la misma luz.

Los que tienen la suerte de poseer obra suya saben también que periódicamente, el pintor pide el favor de que le dejen retocar la obra. En su casa de Madrid hay un sótano que hace las veces de almacén en el que se amontonan paisajes y retratos que no ha podido rematar porque desaparecieron unos árboles que estaban al inicio del trabajo o porque le levantaron una construcción donde antes se veía el campo.

Lo suyo es una lucha angustiosa con la luz que reflejó de manera magistral el cineasta Víctor Erice en El sol del membrillo, documental que explora el proceso creativo del artista a través de la contemplación de Antonio López pintando un árbol, un membrillo.

Las esculturas Día y Noche tienen unos tres metros de altura. Representan la cabeza de su nieta, que ahora tiene tres años y cuando empezó con ellas tenía uno. En una duerme y en la otra está despierta. Son un encargo de Fomento para la estación de Atocha y hoy han sido colocadas en dicho emplazamiento. "Atocha fue mi entrada a Madrid cuando llegué en 1949, así que es muy especial poder colocar mis piezas aquí. Es un espacio magnífico".

Ayer Antonio López era noticia por convertirse en el pintor español vivo más cotizado. Hoy lo es por sus esculturas, tal vez lo vuelva a ser en octubre por algún retrato, ya veremos.

El gran arte de todas las épocas siempre ha necesitado 

que el contenido tenga hondura 

y que el espectáculo de su lenguaje sea atractivo.

Antonio López

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