
En el siglo pasado, los doctores observaron que los vaivenes de los trenes y carruajes en los viajes largos aliviaban las dolencias de los enfermos de Parkinson. Por este motivo, el profesor de anatomía patológica
Jean-Martin Charcot (1825-1893) mandó construir para sus enfermos un sillón-vibrante que era movido por un torno eléctrico. Más tarde, un discípulo suyo,
Guilles de la Tourette, perfeccionó el invento: fabricó un casco con un pequeño motor de corriente alterna que giraba a 600 vueltas por minuto y agitaba la cabeza del paciente como si fuera una coctelera.
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