El responsable fue el anatomista y cirujano Grabiele Fallopio, famoso por haber descrito los canales que conducen del ovario al útero. Fallopio diseñó una vaina hecha de tripa de animal y lino que se fijaba al pene con un lazo de color rosa. El dispositivo, bastante grueso e incómodo, estaba destinado a prevenir las enfermedades de transmisión sexual, como la sífilis y la gonorrea, aunque no encontró mucha difusión.
Un siglo después, el conde de Condom, médico personal del rey Carlos II de Inglaterra, perfeccionó el preservativo utilizando como materia prima el intestino de cordero estirado que lubricó con aceite. La funda había sido encargada por el propio monarca, muy dado a la vida licenciosa y que temía verse contagiado con enfermedades venéreas. Pronto empezó a llamarse condón, aun en contra de la voluntad de su inventor, alcanzando gran popularidad entre los nobles de la corte.
El primer condón de goma vulcanizada se fabricó en 1870. Las instrucciones de uso indicaban cómo lavar el preservativo antes y después del coito, y se utilizaba hasta que se rompía. Los condones desechables de usar y tirar vieron la luz en los años treinta, coincidiendo con una gran mejora en sus cualidades.
Hasta la introducción de la penicilina en este siglo, los preservativos sólo servían como profilácticos contra las enfermedades de transmisión sexual. Fue a partir de entonces cuando empezó a apreciarse su vertiente anticonceptiva.
¿CON DON O SIN DON?
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