
De esta manera saludó el americano
Henri Morton Stanley al escocés David Livingston cuando en 1871 se encontraron a las orillas del lago Tanganica. Livingston llevaba varios años perdido en el corazón de África y el diario New York Herald organizó una expedición en su búsqueda. Después de más de veinte meses de pesquisas, Stanley halló a Livingston, quien disfrutaba plácidamente de su nueva vida y no mostraba el menor signo de preocupación. Sin embargo, el aspecto y el color de su piel no crearon ninguna duda en el americano sobre la identidad del personaje.
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