Werner Heisenberg y otros grandes físicos se encontraban una tarde de tertulia hablando de Dios y religión. La discusión acabó dominada por Paul Dirac que entró en una larga diatriba declarando que la religión era el opio de las masas. Al final de la tarde alguien se volvió hacia el brillante Wolfgang Pauli y dijo, "Has estado muy silencioso esta tarde, Pauli. ¿Que opinas de lo que Dirac nos está contando?" Pauli respondió, "Si entiendo correctamente a Dirac, lo que quiere decir es: no hay Dios, y Dirac es su Profeta."
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