Estos pollos se pelan solos. Cuando los contrarios están medio desplumados, como los pollos, se informa al compañero, de forma sutil, que ya no hay forma de hacerles mas daño, que están perdiendo ya todas las plumas sin remisión.
Dios da pañuelos a quién no tienen mocos. Lamento proferido cuando habiendo ligado una jugada muy buena (tres reyes por ejemplo) no se ha sabido sacar más beneficio en forma de piedras demostrando un claro desconocimiento de como jugar al mus.
Si son de justicia volverán. Frase utilizada cuando por error, o tras darte un pase negro, tiras una buena jugada. También se emplea cuando habiendo ligado jugada, por error en en el reparto hay que volver a repetir.
Apriétate a la silla que vamos a levantar esto. Dícese de los campeones que, en muestra de su generoso espíritu, no sólo pretenden ganar la partida sino además se han propuesto ejemplarizar, ilustrar y edificar con su modo de jugar, su buen criterio y mejor proceder, a los incautos que se han atrevido a desafiarlos.
Remar, remar para morir en la orilla. O también: Engordar para morir. Dícese de aquella pareja de pobres jugadores que, pese a ir unos cuantos tantos por detrás, en las últimas manos (o partidas) han conseguido remontar la puntuación, pero no cuentan con el buen hacer de la pareja contrincante que, sin duda, los va a fulminar rapidito para acabar con su agonía...
Hasta el rabo todo es toro. Úsase mayormente tal combinación de vocablos para amedrentar –o intentarlo- a la pareja de pardillos que, gracias a haber “pillado” muy buenas cartas, más que por saber jugarlas, están varios tantos por delante en el marcador, queriendo indicar de este modo que todavía queda mucha partida por delante y que el futuro, cuando menos, es incierto.
¿Os rendís? Dícese del requerimiento mediante el cual el caballeresco jugador pretende evitar el padecimiento de la derrota –y consecuente escarnio público- en las carnes y espíritu de sus adversarios.
Buen vino para tan pocas uvas. Uno de los más modernos giros lingüísticos incorporados al juego del Mus, dicen que recitado por un filósofo zamorano en una noche poco favorable, y rescatado del previsible desuso en que iba a caer por dos pícaros catalanes, viene a conjeturar el hecho de que, a pesar de pretender, cortando el mus, hacer tantos, la otra pareja llevaba mejores cartas –o las supo jugar mejor- y pese a quitar mano, se han salvado, la pareja recitante, de escaldarse un poco...
Llueve sobre mojado. Implica necesariamente la conjunción de varios factores, a saber: ir ganando por un mínimo de 20 piedras, y recibir en cada mano treinta y una y medias como poco...
El que más chifle, capador. Cuando dos parejas expertas están a falta de pocas piedras para salirse y, entonces, las cartas deciden a quién favorecer, al igual que las mujeres deciden con quién bailar...
Habrá que envidar, y puede que mucho... Adaptación libre de la correspondiente pregunta y respuesta aparecida en la página de la cuarta entrega de las aventuras del Capitán Alatriste, del escritor Arturo Pérez-Reverte. Acerca de su significado, lo dejamos a al contumaz intelecto del experto jugador y como deberes para el iniciado.
No se reúne a gente de esta calidad para bailar la chacona (o para acuchillar a una vieja). Seguimos con las adaptaciones (en este caso no son libres sino calcadas) de la página del mismo libro citado anteriormente, del mismo escritor, esto es, Arturo Pérez-Reverte. Viene a decir que... ¡Coño, señores! Eleven el nivel de juego, que si nos lo ponen tan fácil así no hay quién se cubra de gloria en esta mesa...
Esto es más fácil que robar a una vieja. O también: Más fácil que robar a Pili “la tacones” a las 12 de la noche. Giro gramatical que debe pronunciarse, para que surja efecto, mirando al compañero, con la cabeza bien alta –en claro signo de menosprecio al contrario-y con voz rimbombante, dando a entender que, para tamaño viaje, no hacían falta tantas alforjas. En cuanto a Pili “la tacones”, destacar que se trataba de una prostituta muy apreciada por el pueblo al que el autor de la frase debe sus orígenes, y que no citamos para evitar susceptibilidades, cuya característica principal era el callejear a medianoche completamente borracha en busca de algún cliente despistado.
La Santísima Trinidad: Esto es, uno de los Misterios religiosos llevado al terreno de juego. O sea, lo que otras veces se da en llamar un solomillo: tres que son uno, pero que siguen siendo tres. Para el entendido, sobran las palabras; para el aprendiz, que sepa que tres son los reyes y uno pues la treinta y una, sin por ello dejar de llevar tres reyes...
¡Se acabó el recreo, señores!: Rescatado de la más tierna infancia, esta frase nos invitaba (bajo la opresora, omnipotente y omnipresente mirada del profesor) a regresar a la obligación (siempre por delante de la devoción) una vez habíamos descargado nuestros cuerpos de la henchida energía de que se hallaban repletos corriendo en el patio, dando voces, fastidiando a los compañeros...
¡ay, qué tiempos aquellos! Ahora, en la mesa de juego suele ser recitada por los perdedores, intentando, si no les tiembla la voz a la hora de proferir semejante frase, intimidar y distraer a la pareja campeona, queriendo (y muchas veces no pudiendo) remontar el marcador que tan poco les sonríe esa noche...
Los churros hay que comprarlos cuando pasa la churrera: O sea, que cuando hay buenas cartas, hay que aprovecharlas, tú, que sin duda ya vendrán tiempos peores...
Tenéis suerte que hoy no cobro: Sin comentarios. Es decir, el Maestro (de Mus, por supuesto, porque no hay en otra disciplina quien pudiere recibir tal distinción) se halla, evidentemente, dando clases a unos pardillos, que además tienen la suerte del novato, puesto que esa noche, el Maestro imparte gratis tamañas lecciones...
La ley del Mus. Aunque muy popular y conocida, la incorporamos a la colección por tratarse de la famosa y universal jugada compuesta por dos reyes, caballo sota, que los avezados expertos entienden que nunca puede perder a la grande.
Ovejas separadas, lobo que engorda. Contundente comentario realizado al compañero por uno de los jugadores que, en observar a sus adversarios discutiendo por la desafortunada resolución de una jugada, pretende fomentar el nerviosismo de estos recordándoles que su disputa favorece todavía más a quienes acaban de ganar piedras.
Demasiado cortas tiene las patas el gorrión para bailar con la urraca. Mensaje subliminal lanzado al compañero tras algún fugaz avance de los contrarios, pretendiéndole encorajinar recordando su superioridad para con aquellos.
Jugar y perder, pagar y callar. Frase dedicada a aquel jugador que, habiendo perdido la partida, pretende justificar su jugada frente a terceros, sin reconocer abiertamente su inferioridad musística, proceder erróneo y lamentable resolución de la jugada decisiva.
Al gorila viejo no se le enseña el camino. Entre tanto charlatán, cabe recordar, de vez en cuando, que no necesitamos lecciones de nadie, y menos de un mequetrefe musístico que pretende instruirnos.
Para mí, un traje nuevo. Lamentable petición de aquel que, habiendo llegado al descarte, no puede quedarse ni con una sola carta, pues su fatal racha continúa y no ve reyes ni en el reverso de un euro.
Jugador de chica, perdedor de Mus o Jugador de pequeña no recibe más que leña. Clásica sentencia lanzada tras no aceptar un envite a chica del contrario, recordándole que asegurando la grande, los pares y el juego, nuestra reconocida bondad y educación nos permite regalarle un tanto que de poco o nada va a servirle.
Los orines del enfermo tienen mal aspecto. Triste aseveración premonitoria al respecto de que, tal y como van las cosas, no pinta nada bien la partida para la pareja que la profiere.
Mejor no enfermar que sanar. Recordatorio proferido al compañero que, en demostración de su seguridad sobre la victoria inminente, sugiere a los contrarios la posibilidad de ceder un poco para darles cancha.
Ya llueve menos. O también: Parece que cambió el viento. Frase de ánimo dirigida al compañero tras empezar a remontar lo que inicialmente parecía iba a resultar una rápida derrota.
No hay suerte para la gente honrada. Expresión proferida por aquel muslari experto que, en plena mala racha y jugando con unos auténticos novatos, liga pocas jugadas y cuando lo hace, los contrarios siempre le superan.
Tres a cero y Casillas de portero. Actualización de la clásica sentencia de nuestros abuelos muslaris que, utilizando el símil futbolístico, pretende recordar a los contrarios que ya llevan perdidos dos juegos y, ante tamaño prodigio de seguridad y control propio del cancerbero internacional, de seguir así difícilmente van a conseguir un solo juego.
Compañero, ¡abre el paraguas! Frase dirigida al compañero con profunda resignación tras comprobar que habiendo cortado el mus la pareja contraria y estando todo el pescado vendido (otra frase que significa que se han repartido todas las cartas de la baraja) tienes el cuatro de bastos para todo. ¡A aguantar estoicamente el chaparrón!
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