sábado, 1 de marzo de 2008

Vencer sin convencer


Sólo la intervención de Carmen Polo, esposa de Francisco Franco, impidió que la celebración terminara en tragedia cuando el general Millán Astray, increpado por Miguel de Unamuno, echó mano de la pistola para poner las cosas en su sitio. La primera dama cogió a don Miguel del brazo y lo sacó de aquella sala cuando los empresarios de pompas fúnebres ya se frotaban las manos. Era el 12 de octubre de 1936, Día de la Raza en una España que ya se desangraba desde hacía meses por la Guerra Civil. En aquel contexto bélico, el viejo profesor presidía el acto de exaltación de la patria en la Universidad de Salamanca –de la que era rector– junto a Astray, aquel legionario tuerto.

Ante las críticas feroces de Astray hacia Cataluña y el País Vasco –«dos cánceres en el cuerpo de la nación» que merecían ser exterminados–, el filósofo alzó la voz y, con gran dominio de sí mismo, afirmó: «El general Millán Astray quisiera crear una España nueva, creación negativa sin duda, según su propia imagen. Y por ello desearía una España mutilada». El militar, acompañado por una escolta de legionarios con metralleta, saltó como un resorte: «¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!». El poeta José María Pemán intentó mediar entre ellos, pero fue inútil. Unamuno, harto de discutir, concluyó tajante: «¡Éste es el templo de la inteligencia! ¡Y yo soy su supremo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. 

Venceréis, pero no convenceréis».  

1 comentario:

vidiya dijo...

Texto extraido del artículo 100 Frases históricas de Alberto Rojas.

Esta historia fue la causante de que el 13 de ocutbre de 1936, la corporación municipal salmantina se reunió en secreto y destituyó al filósofo de su cargo de concejal. El autor de la propuesta de destituir a Unamuno fue el concejal Rubio Polo.
En el acta de dicha reunión, se tacha a Unamuno, entre otras cosas, de "antipatriota" por su enfrentamiento con el lugarteniente de Franco, Millán Astray.