
Charles Nodier fue un niño prodigio y su fuerte era la oratoria. Con nueve años fue el encargado de realizar un discurso de gratitud a uno de los generales victoriosos de la Revolución. Sin embargo, años más tarde, su obra, La Napoleona, una oda antinapoleónica, le costaría un mes de prisión.
Durante su niñez y juventud vivió numerosas aventuras y viajó por toda Europa, pero en su madurez y vejez no se movió de la Biblioteca del Arsenal, donde había conseguido el cargo de bibliotecario mayor que ocupó hasta su muerte.
Bibliófilo empedernido, fue un consumado políglota que dominó diversas lenguas europeas, lo que le permitió disfrutar tanto de nuestro Quijote, como de los desvaríos de la novela gótica inglesa, de Shakespeare como del alemán Goethe y, especialmente, de Hoffman y los hermanos Grimm. Fue el introductor de muchos de estos autores entre los escritores franceses llegando a ser considerado introductor del Romanticismo en su país así como el padre de la moderna literatura fantástica francesa .

Nodier era, además, una buena persona y prueba de ello es que a su muerte la mayoría de sus colegas escritores dejaron constancia del profundo pesar que les causó y de la tristeza que les supuso su desaparición. Algo que, viniendo de personajes tan endiosados, egocéntricos y quisquillosos como Victor Hugo, Gerard de Nerval, Teophile Gautier o Alexandre Dumas, no deja de ser el elemento más fantástico de toda la carrera de Charles Nodier.
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