martes, 28 de octubre de 2008

La infanta republicana

Eulalia de Borbón, una mujer culta, valiente, rebelde y provocadora. Nieta, hija, hermana y tía de reyes,  tía bisabuela del rey Juan Carlos, fue la hija menor de Isabel II y hermana de Alfonso XII.

Nació en la asfixiante corte madrileña de la segunda mitad del siglo XIX pero supo escapar del rígido protocolo de la monarquía. Fue en realidad una exiliada por voluntad propia casi toda su vida, y, en algún período, el exilio forzoso le vino, no de situaciones revolucionarias, sino de órdenes dictadas por la corte, escandalizada por su libertad de ideas y su fidelidad al sentido común.

Amiga por igual de casi todos los monarcas (dos generaciones, casi tres) de Europa en la misma medida que cultivaba la amistad no protocolaria con los mejores escritores y artistas del continente.

Tuvo una desgraciada boda impuesta por razones de Estado con su primo don Antoine de Orleáns. Su nueva situación le proporcionó, por fortuna, los medios para librarse del estrecho mundo cortesano y deambular por Europa. Tuvieron 3 hijos, a Alfonso "Ali", a Luís y una niña, Roberta, que no tardó en morir.

 Después de un viaje oficial por Cuba y Puerto Rico, al volver a Madrid, Antoine inició una aventura apasionada con Carmela Giménez-Flórez. Rodeaba a su amante de tales lujos que la gente empezó a llamar a Carmela, en tono socarrón, "la Infantona”. Eulalia enseguida buscó resarcirse con una relación bastante polémica con el conde Georg von Jametel, de origen centroeuropeo, provocando un escándalo que la acompañó para siempre. Al final, Antoine y Eulalia se separaron de hecho en 1895, pero la separación no fue un asunto oficial hasta 1900.

Mal vista en España, fija su residencia en París, su verdadera patria afectiva, donde se había educado de niña y donde, gracias a la culta y liberal familia Orleans, encontró espíritus afines.

La publicación en París de Au fil de la vie (1911), donde abogaba por el divorcio y la emancipación de la mujer, desató la ira de su sobrino, el rey Alfonso XIII y, entre otras razones, le valió una pena de destierro que duró toda una década.

Fue una viajera incansable y recorrió medio mundo, desde Estados Unidos y Cuba (donde acabó convirtiéndose en defensora de las reivindicaciones de los revolucionarios cubanos), hasta Rusia, Noruega o Suecia; viajes en los que trató con personalidades como el káiser Guillermo II de Alemania, Francisco José de Austria, Napoleón III y hasta el zar de Rusia.

El criterio que subyace siempre en sus puntos de vista es que cualquiera que rompa con las tradiciones inútiles, con los conservadurismos absurdos, con las ataduras que impiden la existencia de una sociedad más abierta y el triunfo del mérito sobre los privilegios de la sangre, merece su reconocimiento.

Pasó los últimos años de su vida en una villa en Irún, donde falleció en 1958 a la edad de 94 años.

1 comentario:

vidiya dijo...

José Mª Zavala ha escrito el libro La infanta republicana. Eulalia de Borbón, la oveja negra de la dinastia y nos desvela el secreto del gran amor de Eulalia que siempre fue ocultado.