sábado, 11 de octubre de 2008

Don Eduardo

Eduardo Benot Rodríguez (Cádiz, 1822 - Madrid, 1907) fue uno de los españoles más cultos, más polifacéticos y más enérgicos de su época. Político, escritor, matemático, dramaturgo, filólogo, lingüista y lexicógrafo. Conocedor de múltiples lenguas, mostró su precupación por cuestiones del lenguaje. Autor de Arquitectura de las lenguas y de cuatro exitosas gramáticas (francés, alemán, inglés, italiano) que ponían el énfasis sobre el idioma hablado. Fundador del Instituto Geográfico y Estadístico, miembro de la Real Academia de la Lengua.  Colaboró con la Institución Libre de Enseñanza que fundaran en 1876 Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate y Nicolás Salmerón. Apoyó generosamente, además, a los jóvenes escritores que empezaban su labor en vísperas del nuevo siglo, entre ellos los hermanos Machado. Ejerció asimismo como titular de las Cátedras de Astronomía y de Geodesia en el Observatorio de Marina de San Fernando.

Fue autor de, entre otras muchas obras, Arte de hablar, Gramática filosófica de la lengua castellana (1910);  del Diccionario de ideas afines (1899) ; del drama Mi siglo y mi corazón y la zarzuela El muerto vivo. También elaboró estudios de Física y Matemáticas. Célebres fueron sus estudios sobre Astronomía, Aritmética y Geodesia, o el curioso ensayo "Movilización de la fuerza del mar: aprovechamiento de los motores irregulares como las mareas y las olas"

Fue diputado a Cortes, senador y ministro de Fomento del segundo gobierno de la I República de 1873, porque hasta el final de sus días  sería un republicano acérrimo.

La preocupación por los menores, constituyó una obsesión continua en la vida y en la obra de Eduardo Benot. Con la famosa "Ley Benot", mediante la que se pretendió atender con urgencia a la protección de los menores desde un punto de vista legislativo, una ley muy audaz para la época, se convirtió en el pionero en la protección social de la infancia en España.

Pudo ser rico y optó por vivir honrado, el gran maestro Benot  tuvo, en efecto, un solo orgullo: el de cruzar por el mundo del brazo de la Honradez, que, generalmente, va acompañada de la hermana pobreza.

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