martes, 26 de mayo de 2009

Hermano Marcelo


José Gregorio Hernández nació el 26 de octubre de 1864, en Isnotú, estado Trujillo. Cursa sus estudios de medicina en la Universidad Central de Venezuela, en la cual se destacó ante sus maestros y el propio presidente de la República, Raimundo Andueza Palacios, quien lo envía a la Universidad de París (1890 y 1892), en la cual desarrolla estudios en las especialidades de microscopia, histología normal, patología y fisología experimental.
En 1890 es condecorado por el doctor Strauss de la Universidad de París como el mejor alumno. Terminados sus estudios en esa ciudad, solicita permiso y se traslada a Berlín a estudiar histología y anatomía patológica y seguir un nuevo curso de bacteriología.
En 1891 el Presidente Andueza le autoriza la compra e instalación del laboratorio o Gabinete Fisiológico, del cual se crea el Instituto de Medicina Experimental.
Era conocido como un profesor culto (hablaba francés, alemán, inglés, italiano, portugués, dominaba el latín, era músico, filósofo y poseía profundos conocimientos de teología), exigente y se caracterizaba por la puntualidad en el cumplimiento de sus deberes profesorales.
Formó una escuela de investigadores quienes despeñaron un rol importantísimo en la medicina venezolana. Con él comienza la verdadera docencia científica y pedagógica, a base de lecciones explicativas, con observación de los fenómenos vitales, la experimentación sistematizada, prácticas de vivisección y pruebas de laboratorio. Introdujo el microscopio y enseñó su uso y manejo; coloreó y cultivó microbios; hizo conocer la teoría celular de Virchow. Fue además, un gran fisiólogo y un biólogo eminente, pues conocía a fondo la física, la química y las matemáticas, ciencias básicas y trípode fundamental sobre la que reposa toda la dinámica animal. Las aplicaciones prácticas de esas experiencias, las supo poner al servicio de la finalidad suprema de la medicina, que no es otro que curar enfermos.
Su obra escrita quizás más importante, Elementos de Bacteriología, en ella define la bacteriología, los microbios, microbios vegetales, animales, sus formas, coccus, bacilos, spirillus, clasificación de Pasteur, etc.
En 1908 Don Gregorio quiso llevar a cabo su vocación religiosa. Se embarcó rumbo a Italia con la intención de ser monje de clausura y así dedicarse solo a Dios en la oración. En 1908 entró en la Cartuja de Farneta tomando el nombre de "Hermano Marcelo". Pero nueve meses después de su ingreso, se enferma de tal manera que el Padre Superior ordena regresar a Venezuela para recuperarse. Pasados tres años, se decide intentar de nuevo. Esta vez se embarca para Roma con su hermana Isolina. Ingresó en los cursos de Teología en el colegio Pío Latino Americano pensando así prepararse para el monasterio. Pero una vez mas sus planes se vieron frustrados por la enfermedad: una afección pulmonar que le forzó retornar a Venezuela.
Don Gregorio ya no intenta más la vida religiosa.
Fue también por temperamento e inclinación, un verdadero filósofo. De carácter reflexivo, poseedor de un espíritu selecto, con admirable sentido crítico, sintió siempre honda preocupación por los grandes problemas humanos. Su contribución humanística quedó plasmada en su obra Elementos de Filosofía (1912), en donde expone la visión personal que tenía sobre el mundo y sobre las relaciones que vinculaban a los hombres entre ellos y con el Ser Supremo. A la vez la obra representa un testimonio sobre las reflexiones más íntimas del autor.
Apasionado de la literatura, escribió artículos, opúsculos y narraciones fuera de su producción científica, podemos citar: En un vagón, en el que argumenta sobre el libre albedrío; Los Maitines, donde hace referencia a la Cartuja, y Visión de arte, una graciosa fantasía literaria.
Dedicaba 2 horas diarias a servir a los pobres. En el corredor de su casa tenía una bandeja sobre una mesita para que los pacientes, después de la consulta, depositaran ahí lo que podían pagar, y si alguien necesitaba algún dinero también podía tomar de ahí alguna ayuda sin que nadie se enterara.

El 29 de junio de 1919, iniciaba su rutina dominguera de atender a los vecinos enfermos. La última en ser atendida fue una anciana de escasos recursos, a la que decidió ir a comprarle las medicinas, sin imaginarse que al salir de la farmacia sería arrollado por un automóvil que terminaría con su vida.
José Gregorio Hernández, se presenta hoy en día como venerable, título concedido por El Vaticano en el año 1985, un paso previo antes de la beatificación. De llegar a ser canonizado, sería el primer santo venezolano.

1 comentario:

vidiya dijo...

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