La bióloga Carmen Ascaso hace hablar a las piedras. Con una técnica propia de microscopía electrónica ve hasta los rincones más recónditos de su interior. Piedras de la Antártida, meteoritos de Marte y líquenes enviados al espacio.
Carmen Ascaso Ciría es por encima de todo, “la científica del meteorito”. Un meteorito que salió despedido de Marte y cayó en la Tierra hace la friolera de 13.000 años, aunque su antigüedad se calcula en 4.500 millones de años –prácticamente cuando se estaba formando nuestro planeta–, y que llegó al microscopio de esta aragonesa en 1997.
Ascaso subdirectora del Instituto de Recursos Naturales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en donde dirige el Servicio de Microscopía y el Grupo de Investigación de Ecología Microbiana, está ligado sin remisión, junto con el de su colega el profesor Jacek Wierzchos, de la Universidad de Lleida, a la roca marciana de dos kilos encontrada en la Antártida y que la NASA repartió como una preciada joya entre contados y escogidos investigadores de todo el mundo. A ellos les llegó el pedacito más minúsculo de ALH84001 –nombre burocrático con el que bautizaron al meteorito–, una nimiedad de unos pocos gramos; pero gracias a una nueva técnica propia de microscopía electrónica, que permite analizar el interior de los microorganismos vivos y fósiles sin afectar a su microhábitat en las rocas, llegaron muy lejos en sus investigaciones. Con su técnica pudieron descubrir, en el interior del meteorito, unos pequeños cristales de magnetita, en forma de cadenas parecidas a collares de perlas, que sólo se han podido encontrar en el interior de algunas bacterias llamadas magnetobacterias; es decir, un claro indicio de origen biológico.
Un resultado decisivo para que la NASA reafirmara su hipótesis de la posible existencia en el pasado de vida en el planeta rojo, y para apoyar la reactivación de los viajes a Marte.
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Información extraida del artículo de Malén Aznárez en el Diario El País.
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