viernes, 25 de septiembre de 2009

Nacimiento de un personaje



Que Sir Arthur Conan Doyle (1859-1930) fuera médico y el genio creador del Sherlock Holmes, son hechos conocidos. Pero vamos a ver cómo nació su personaje de ficción.
Conan Doyle escogió para su gran creación literaria, el detective Sherlock Holmes, la personalidad y el método de trabajo del cirujano escocés Joseph Bell (1837-1911) hombre con unas facultades de observacion y dedución mucho más allá de lo corriente. Bell fue uno de los profesores a cuyas clases asistió Doyle en sus años de estudiante de medicina y ejerció una influencia decisiva en él. Bell estudiaba con precisión aspectos como el modo de caminar, el acento, las manos y la indumentaria de un paciente y con esta información podía llegar a deducciones asombrosas. El doctor Bell era consciente de que Doyle lo había tomado como referencia para su obra detectivesca y lo llevaba a gala. Siempre mantuvo interés en su alter ego e incluso prologó uno de los libros de Sherlock Holmes.
También para darle nombre a su criatura se inspiró en un médico de carne y hueso, pues obsequió a su personaje con el apellido del gran internista y humanista estadounidense Oliver Wendell Holmes (1809-1894), uno de los escritores que Doyle más admiraba.
Arthur Conan Doyle entendió perfectamente que su protagonista no podía narrar al lector sus propios éxitos, por lo que desde su primera aventura se encargó de ello su colega John H. Watson, licenciado en medicina por la Universidad de Edimburgo y doctor en medicina por la Universidad de Londres, ejerció en calidad de oficial médico con las tropas británicas destacadas en Afganistán, donde recibió una herida que acabó bruscamente con su carrera castrense. De ahí nace el Doctor Watson que compartió residencia con Holmes y se convirtió en compañero inseparable, ayudante y narrador de sus éxitos detectivescos. Digamos que Watson aprende con Holmes, como Doyle aprendió de Bell.
Sherlock Holmes hizo su primera aparición en 1887 con Estudio en Escarlata, donde Holmes y el doctor Watson se conocen.
Para buscar residencia a su personaje, Doyle preguntó al famoso dermatólogo Malcolm Morris (1847-1924) si se le ocurría que barrio de Londres podía ser adecuado para su personaje y éste le propuso que podía ser buena idea alojarle en el número 21 de la calle Baker, antigua residencia de su abuelo.
En el detective de ficción, habitante del 221 B de Baker Street y perpetuado en 56 historias y 4 novelas, Doyle utiliza el método deductivo-inductivo de Bell y despliega el positivismo racional que caracterizó al Siglo XIX.


“La importancia de lo infinitamente minúsculo es incalculable…
Joseph Bell

“Usted conoce mi método. Se fundamenta en la observación de pequeñeces”
Sherlock Holmes

"El joven conoce las reglas, pero el viejo las excepciones."
Oliver Wendell Holmes

jueves, 24 de septiembre de 2009

Ciencia


Tened paciencia

y tendréis ciencia.


Baltasar Gracián
(S: XVII)

domingo, 20 de septiembre de 2009

Elegía Pura


Aquí no pasa nada,
salvo el tiempo:
irrepetible
música que resuena,
ya extinguida,
en un corazón hueco, abandonado,
que alguien toma un momento,
escucha
y tira.

Ángel González

jueves, 17 de septiembre de 2009

El humillador

Hans-Joachim Litten fue un abogado alemán que, el 8 de mayo de 1931 y a petición suya, el mismísimo Adolf Hitler, líder del Partido Nacionalsocialista, se vio obligado a comparecer en los estrados como testigo ante un tribunal. ¿La causa? El ataque perpetrado el 22 de noviembre de 1930 por un comando de camisas pardas de un grupo de asalto (SA) contra el Palacio Edén y en el que hirieron a tiros a Willi Köhler, de 21 años; Norbert Budzinski, de 20, y Walter Braun, de 24.

Como abogado de la acusación particular contra los SA, Litten se enfrentó a Hitler y le acorraló. No supo responder de manera convincente a ninguna de las preguntas y cayó en numerosas y profundas contradicciones, quedando literalmente en ridículo.
Litten pagó con su vida el atrevimiento de haberse enfrentado en público al líder nazi, ya que tras la llegada de Hitler al poder en 1933, estuvo entre los primeros en caer bajo su puño.
Hans-Joachim comienza una peregrinación por numerosos establecimientos penitenciarios que culmina en Dachau. Son cinco años en los que Irmgard Litten emerge como una auténtica madre coraje, capaz de apelar a su origen ario y a sus credenciales nacionales y de reunirse con todos los cabecillas nazis con tal de conseguir la libertad de su hijo, contra quien nunca se formuló acusación alguna. La voluntad personal de Hitler y el temor de los nazis a que el abogado saliera de Alemania y contribuyera con su testimonio al desprestigio del régimen impidieron que éste se beneficiase de las amnistías decretadas por el Gobierno.
Cinco años más tarde fue hallado ahorcado en una letrina vestido sólo con una camisa. Había dejado una breve nota de despedida y otra con la explicación de su suicidio.
Litten es el protagonista del libro El hombre que humilló a Hitler de Benjamin Carter Hett.

Bolígrafo espacial

Paul Fisher, un americano especializado en los cojinetes de los motores de los bombarderos durante la Segunda Guerra Mundial, no podía imaginarse que llegaría un día en que revolucionaría la capacidad de escritura de los bolígrafos... y con ello, permitiría la comunicación entre los astronautas en el espacio exterior.
Después de invertir un millón de dólares en investigación, invento un cartucho que escribía en cualquier posición, gracias a un repuesto presurizado con gas nitrógeno.
Paul tenía otra misión en mente para su bolígrafo: introducir este cartucho único en la NASA.
El bolígrafo Fisher supero un exhaustivo test y fue consecuentemente aprobado para una misión espacial de prueba. En 1968 el Fisher Space Pen fue incondicionalmente autorizado y pedido para el uso de los astronautas en todas las misiones en el Espacio.
John McLeish, el relaciones Públicas oficial de la NASA, refiriéndose a Neil Armstrong y a Buzz Aldrin cuando estaban en cuarentena después de su regreso de la Luna, dijo: Si no hubiera sido por su Fisher Space Pen, los astronautas Armstrong y Aldrin deberían estar aún en la Luna.
La mochilla de supervivencia chocó contra un interruptor, rompiéndolo, mientras los astronautas subían al Modulo Lunar. Dicho interruptor tenía que poner en marcha los motores del Módulo para llevarlos hasta la nave espacial Apollo. Aldrin expuso el problema al Control de Tierra y un ingeniero se puso a trabajar en un duplicado del Módulo Lunar rompiendo de una forma parecida el interruptor.
En tierra sabían qua los astronautas habían dejado sus herramientas en el Apollo por la sencilla razón de aligerar peso. Del mismo modo sabían que Aldrin llevaba consigo un Fisher Space Pen y le dijeron que sacara la punta y aprovechara el hueco del bolígrafo para manipular adecuadamente el interruptor roto. Aldrin lo hizo.
Los motores se pusieron en marcha lo que les permitió volver finalmente a la nave Apollo.