miércoles, 27 de mayo de 2009

El Hércules español

Jerónimo de Ayanz y Beaumont, podía preciarse de descender del rey de Navarra por dos ramas de su linaje. La fecha de su nacimiento puede situarse en 1553. El padre, don Carlos de Ayanz, era un militar que intervino activamente en las campañas de Francia al lado de Felipe II, participando en la decisiva batalla de San Quintín en 1557.
Su capacidad de creación impresionó a sus educadores, y en los juegos destacaba por su habilidad y, sobre todo, por su vigor físico. En el coro de la iglesia sobresalía por su excelente voz y su buen oído musical. Tenía además una magnífica disposición para aprender la aritmética, el latín y el dibujo.
Cuando cumplió la edad de catorce años, estaba en disposición de ir a servir al rey. En el año 1567 hizo el viaje a la Corte, donde su padre era montero mayor del rey, y el joven fue presentado a Felipe II, al que iba a servir hasta la muerte del monarca. Como todos los pajes, Jerónimo recibió una esmerada educación, la mejor que un joven de su época podía recibir, pues la instrucción de los pajes se hacía junto con la de los infantes y la de los jóvenes nobles de la Corte.
Pero lo que más llamó la atención sobre él era que iba desarrollando una fuerza física extraordinaria, tanto es así que Lope de vega le dio el calificativo de El Hércules español. Con esta preparación, no es de extrañar que Ayanz destacase por sus hechos en la milicia. La primera acción bélica en la que participó, a la edad de 21 años, fue el intento de recuperar la Goleta, una fortaleza cercana a Túnez que había caído en poder de los turcos en 1574. Los avatares de la guerra llevaron a Jerónimo de Ayanz a Flandes, luchando en las tropas de Alejandro Farnesio. Se contaba del intrépido navarro que era capaz de enfrentarse él solo con varios enemigos al tiempo, a los que doblaba las lanzas con sus manos. Con tan sólo 25 años de edad, sus hazañas de Flandes corrían de boca en boca.
Entre las dotes admirables que tenía Jerónimo de Ayanz estaba su habilidad para pintar; los libros sobre arte escritos en los siglos XVII y XVIII mencionan a este caballero como uno de los nobles de la Corte que manejaron los pinceles con más habilidad. La primera noticia impresa que tenemos de Ayanz como pintor corresponde al Arte de la Pintura (1646) de Francisco de Pacheco, el suegro de Velázquez. Otro campo artístico en el que sobresalió Ayanz fue el de la música; según los testimonios de la época, «tenía este caballero una poderosa voz de bajo, y a más de cantor excelente, fue compositor de mucho numen».
Pero donde más destacó nuestro protagonista fue en el terreno de la invención. Ayanz mejoró la instrumentación científica, desarrollando una balanza de precisión que era capaz de «pesar la pierna de una mosca», según se dice en la documentación al respecto. Desarrolló nuevos tipos de hornos para operaciones metalúrgicas, industriales, militares e incluso domésticas. Otra de sus innovadoras invenciones es un curioso mecanismo, llamado «ingenio de vaivén», gracias al cual se transmitía fácilmente el esfuerzo de un hombre, manejando un pedal y tirando de un cable. Inventó destiladores de agua marina. Son numerosos los nuevos tipos de molinos que fueron desarrollados por Ayanz. Incluso llegó a diseñar un submarino, que consistía en una barca perfectamente cerrada e impermeabilizada. Como anécdota la acaecida en agosto de 1602, ante el rey Felipe III, cuando un hombre provisto con un traje diseñado por Jerónimo de Ayanz estuvo más de una hora andando por el fondo del río Pisuerga a su paso por Valladolid, exactamente el tiempo que tardó el rey en aburrirse y ordenar que subiera, porque el buzo manifestaba estar perfectamente y poder continuar la hazaña.
Por asombrosas que puedan parecernos estas invenciones, ninguna fue tan anticipadora como la del uso industrial de la energía del vapor. En efecto, Ayanz diseñó una serie de máquinas, cuyo principio se basaba en la producción de vapor a presión en una caldera esférica de cobre calentada por un horno de leña, formando un conjunto denominado por él «bola de fuego». Aprovechó esto para renovar el aire de una mina o de una habitación, precedente del actual «aire acondicionado», que ya fue utilizado por Ayanz a principios del siglo XVII.
Es necesario subrayar el hecho de que Ayanz consiguió realizar todo este impresionante conjunto de invenciones en un periodo de tiempo que va desde 1598 hasta principios de 1602. Ningún inventor, que sepamos, había conseguido hasta entonces tan gran número avances tecnológicos en tan poco tiempo, ni siquiera Leonardo da Vinci, quien, aunque imaginó numerosas invenciones que se han hecho famosas, en muchos casos se trataba de algo fantástico, imposible de realizar en la época. En cambio, todas las máquinas de Ayanz llegaron a funcionar.
Fallece en Madrid el 23 de marzo de 1613.





Lo que pasa en una tarde

«MARCELO:
Esta es fuerza, señor, de la prudencia.
La fuerza corporal al cuerpo alcanza,
como la que se vio por excelencia
en el gran don Gerónimo de Ayanza.
GERARDO:
Allá en mi mocedad, con eminencia
la tuve yo. Del tiempo la mudanza
todo lo trueca.
DON FÉLIX:
Alcides nuevo llama
al fuerte don Jerónimo la fama.
GERARDO:
Hacía lechuguillas de un trincheo,
y con un dedo de las manos duras
le pasaba. Con brazo giganteo
rompía cuatro fuertes herraduras.
MARCELO:
Yo sé a su muerte un epigrama, y creo
que es excelente.
GERARDO:
Dile, si procuras
entretener mi justo pensamiento
mientras curan a Blanca
MARCELO:
Estáme atento:
Tú sóla peregrina, no te humillas,
¡Oh Muerte! a don Jerónimo de Ayanza.
Tu flecha opones a su espada y lanza
y a sus dedos de bronce, tus costillas.
Flandes te diga, en campo, en muro, en villas,
cuál español tan alta fama alcanza.
Luchar con él es vana confianza,
que hará de tu guadaña lechuguillas.
Espera, arrancará por desengaños
las fuertes rejas de tu cárcel fría.
Mas ¡ay! cayó. Venciste. Son engaños.
Pues, Muerte, no fue mucha valentía,
si has tardado en vencerle sesenta años
quitándole las fuerzas cada día.»


Lope de Vega y Carpio (1562-1635)

martes, 26 de mayo de 2009

Papeles inesperados

Un fama trabajaba tanto en el ramo de la yerba mate que-no-le-quedaba-tiempo-para-nada.[...]¡Cuán sufro!¡Soy la víctima del trabajo, y aunque ejemplo de laboriosidad, mi-vida-es-un-martirio!
Enterado de su congoja, una esperanza que trabajaba de mecanógrafo en el despacho de fama se permitió dirigirse [...].
¡Oh milagro! Entre sus dedos quedó enredado el mundo y el fama no tuvo motivos para quejarse de su suerte. [...] Todo lo cual le costaba diez guitas, que no es mucha plata para comprarse el mundo.
"Never stop the press".

Julio Cortazar

Hermano Marcelo


José Gregorio Hernández nació el 26 de octubre de 1864, en Isnotú, estado Trujillo. Cursa sus estudios de medicina en la Universidad Central de Venezuela, en la cual se destacó ante sus maestros y el propio presidente de la República, Raimundo Andueza Palacios, quien lo envía a la Universidad de París (1890 y 1892), en la cual desarrolla estudios en las especialidades de microscopia, histología normal, patología y fisología experimental.
En 1890 es condecorado por el doctor Strauss de la Universidad de París como el mejor alumno. Terminados sus estudios en esa ciudad, solicita permiso y se traslada a Berlín a estudiar histología y anatomía patológica y seguir un nuevo curso de bacteriología.
En 1891 el Presidente Andueza le autoriza la compra e instalación del laboratorio o Gabinete Fisiológico, del cual se crea el Instituto de Medicina Experimental.
Era conocido como un profesor culto (hablaba francés, alemán, inglés, italiano, portugués, dominaba el latín, era músico, filósofo y poseía profundos conocimientos de teología), exigente y se caracterizaba por la puntualidad en el cumplimiento de sus deberes profesorales.
Formó una escuela de investigadores quienes despeñaron un rol importantísimo en la medicina venezolana. Con él comienza la verdadera docencia científica y pedagógica, a base de lecciones explicativas, con observación de los fenómenos vitales, la experimentación sistematizada, prácticas de vivisección y pruebas de laboratorio. Introdujo el microscopio y enseñó su uso y manejo; coloreó y cultivó microbios; hizo conocer la teoría celular de Virchow. Fue además, un gran fisiólogo y un biólogo eminente, pues conocía a fondo la física, la química y las matemáticas, ciencias básicas y trípode fundamental sobre la que reposa toda la dinámica animal. Las aplicaciones prácticas de esas experiencias, las supo poner al servicio de la finalidad suprema de la medicina, que no es otro que curar enfermos.
Su obra escrita quizás más importante, Elementos de Bacteriología, en ella define la bacteriología, los microbios, microbios vegetales, animales, sus formas, coccus, bacilos, spirillus, clasificación de Pasteur, etc.
En 1908 Don Gregorio quiso llevar a cabo su vocación religiosa. Se embarcó rumbo a Italia con la intención de ser monje de clausura y así dedicarse solo a Dios en la oración. En 1908 entró en la Cartuja de Farneta tomando el nombre de "Hermano Marcelo". Pero nueve meses después de su ingreso, se enferma de tal manera que el Padre Superior ordena regresar a Venezuela para recuperarse. Pasados tres años, se decide intentar de nuevo. Esta vez se embarca para Roma con su hermana Isolina. Ingresó en los cursos de Teología en el colegio Pío Latino Americano pensando así prepararse para el monasterio. Pero una vez mas sus planes se vieron frustrados por la enfermedad: una afección pulmonar que le forzó retornar a Venezuela.
Don Gregorio ya no intenta más la vida religiosa.
Fue también por temperamento e inclinación, un verdadero filósofo. De carácter reflexivo, poseedor de un espíritu selecto, con admirable sentido crítico, sintió siempre honda preocupación por los grandes problemas humanos. Su contribución humanística quedó plasmada en su obra Elementos de Filosofía (1912), en donde expone la visión personal que tenía sobre el mundo y sobre las relaciones que vinculaban a los hombres entre ellos y con el Ser Supremo. A la vez la obra representa un testimonio sobre las reflexiones más íntimas del autor.
Apasionado de la literatura, escribió artículos, opúsculos y narraciones fuera de su producción científica, podemos citar: En un vagón, en el que argumenta sobre el libre albedrío; Los Maitines, donde hace referencia a la Cartuja, y Visión de arte, una graciosa fantasía literaria.
Dedicaba 2 horas diarias a servir a los pobres. En el corredor de su casa tenía una bandeja sobre una mesita para que los pacientes, después de la consulta, depositaran ahí lo que podían pagar, y si alguien necesitaba algún dinero también podía tomar de ahí alguna ayuda sin que nadie se enterara.

El 29 de junio de 1919, iniciaba su rutina dominguera de atender a los vecinos enfermos. La última en ser atendida fue una anciana de escasos recursos, a la que decidió ir a comprarle las medicinas, sin imaginarse que al salir de la farmacia sería arrollado por un automóvil que terminaría con su vida.
José Gregorio Hernández, se presenta hoy en día como venerable, título concedido por El Vaticano en el año 1985, un paso previo antes de la beatificación. De llegar a ser canonizado, sería el primer santo venezolano.

jueves, 21 de mayo de 2009

El eslabón perdido


Ida es una mono-lemur que vivió hace 47 millones de años. Tiene en vez de garras uñas como las de los seres humanos y sus pulgares opuestos, lo que la sitúa en el inicio de la raíz de la evolución humana.
El profesor del Museo de Historia Natural de Noruega, Jorn Hurum logró recopilar el millón de dólares que le pidió el tratante privado a cuyas manos llegó tras haber pasado 25 años colgada en la casa del cazador que la desenterro de un antiguo cráter volcánico cerca de Fráncfort.. Tras dos años estudiando en secreto el fósil por un equipo internacional de expertos en fósiles dirigido por el propio Hurum, aseguran que este ejemplar de Darwinius massillae parecido a un lémur, de un metro de altura y que en vida pesó de 650 a 900 gramos, era hervíboro y podría ser el "eslabón perdido", el antepasado común a simios y hombres, por la forma de algunos de sus huesos y otros indicios.

martes, 19 de mayo de 2009

Testigo de uno mismo



La vida es una máquina

para la que no hay respuestas

ni repuestos.

Mario Benedetti

domingo, 17 de mayo de 2009

Generales



Los tres más famosos generales que conocí en mi vida 
no ganaron ninguna batalla al enemigo extranjero. 
Sus nombres, empero, todos los cuales empiezan con "B", 
se han convertido para nosotros en términos familiares. 
Son los Generales Booth, Botha y Baden-Powell. 
Al General Booth le debemos el Ejército de Salvación; 
al General Botha, la Unión Sudafricana, 
y al General Baden Powell, el movimiento de los Boy Scouts.

Winston Churchill

Dire straits-Walk Of Life