El ojo humano tiene una visión central, muy buena para reconocer los detalles, y otra periférica, mucho menos precisa pero más adecuada para reconocer las sombras.
"Da Vinci pintó la sonrisa de la Mona Lisa usando unas sombras que vemos mucho mejor con nuestra visión periférica", afirma Margaret Livingstone que ha llevado a cabo una investigación sobre los mecanismos de la visión. Por eso para ver sonreír a la Mona Lisa hay que mirarla a los ojos o a cualquier otra parte del cuadro, de modo que sus labios queden en el campo de visión periférica.
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