García Lorca se lo regaló a su amigo Miguel Benítez en 1935, después se lo reclamó alegando que era la única copia que tenía, según consta en las dos cartas mecanografiadas del lote, pero no lo hizo. Al ser fusilado en agosto del 36 Federico, Benitez lo tuvo escondido, debido a ello, el poema no apareció en las primeras ediciones de Poeta en Nueva York. Fue en 1950 cuando entregó el manuscrito al poeta Agustín Miralles que lo dio a conocer,
El hológrafo, fechado el 18 de octubre de 1929 tiene 42 líneas con muchas tachaduras y correcciones y su estado de conservavión es bastante lamentable, por ello, tras la restauración precisa, irá a parar a la Biblioteca Nacional.
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