Marcela Gracia Ibeas y Elisa Sánchez Loriga eran maestras de escuela. Se casaron a las siete de la mañana, el 8 de junio de 1901, en A Coruña, ejerciendo de padrinos Miguel Hermida y Ricarda Fuentes, que ignoraban la condición femenina del cónyuge. Hubo además dos testigos e incluso pasaron su primera noche de bodas en la pensión Corcubión.
Se habían conocido en la Escuela Normal de Maestras de La Coruña donde se formaban las futuras profesoras de enseñanza primaria. Años más tarde se reencontraron en un pueblo donde ya ejercían como tales. Elisa masculinizo su aspecto, inventó un pasado y se convirtió en Mario. Para este pasado inventado tomó como referencia a un primo suyo muerto en un naufragio. Se inventó además que había pasado su infancia en Londres y que su padre era ateo. El padre Cortiella, párroco de San Jorge, bautizo a Mario y casó a la pareja. El fotógrafo Sellier, retrató a las recién casadas.
Posteriormente el párroco descubrió el engaño, y fueron denunciadas y perseguidas. Al ser descubiertas son perseguidas por el sistema judicial además de tener que soportar las burlas y la homofobia de sus vecinos que no pudieron seguir indiferentes ante lo que a partir de ese momento se conocería como el matrimonio sin hombre. Un eminente médico recomendaba su reclusión en un manicomio para “evitar que se propague la enfermedad, que suele ser contagiosa". Todo ello acabaría propiciando su huida a América, presumiblemente a Argentina, donde se acaba perdiéndoles la pista.
Cabe destacar que la boda, según el Archivo Diocesano, aún es válida. Ni la Iglesia ni el Registro civil anularon las actas que de este matrimonio se levantaron, por lo que éste es el primer matrimonio homosexual del que se tiene constancia registral en España.
La historia de Marcela y Elisa no pasó desapercibida para el escritor Felipe Trigo que en 1902 publicó la novela La sed de amar en la que desde el inicio entran en escena bajo los nombres de Claudia y Rosa.
Felipe Trigo no hace una defensa elogiosa de la relación de la verdadera historia de Marcela y Elisa, sin embargo, no la condena, más bien la disculpa, pues entiende que la hipocresía del mundo en que vivía (principios del siglo XX) enrarecía de tal manera las relaciones humanas de las personas que no se puede esperar de ellas un comportamiento razonable.
Las publicaciones de Trigo eran auténticos bestsellers de su tiempo y, en particular, el libro que nos ocupa, con 11 ediciones, fue el más reclamado de su producción.
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