A partir este año, hay escritos que certifican la presencia del abanderado, un personaje a caballo que conducía a los toros hasta encerrarlos en la plaza del castillo. Muchos pamploneses salían al paso de los astados para azuzarles con garrochas, práctica que fue prohibida por sendos bandos de 1717 y 1731. En 1776 el Ayuntamiento decidió la colocación obligatoria de un vallado a lo largo de todo el recorrido, y años más tarde, en 1844, se construía la primera plaza de toros permanente, Tras diversos cambios de recorrido, en 1867 se publica el primer bando municipal sobre reglas y precauciones que deben adoptar los corredores. Pese a todo, el encierro era considerado como un acto “potencialmente peligroso” y traía de cabeza a las autoridades, esto originó diversos intentos de suspensión aunque siempre, el sentir popular obligaba a los dirigentes a continuar la tradición.
Los corredores, tal y como los conocemos hoy, comienzan con la desaparición de la figura del jinete, en torno al año 1867, mientras que el horario habitual del inicio de la carrera (8.00 horas) se implantó en 1974. Los encierros de antaño se celebraban a las seis de la mañana, aunque entre 1918 y 1923 se hizo a las cinco. En 1924, se corrió por primera vez a las 7.00 horas, hasta que 50 años después se estableció el actual horario.
Desde 1927 transcurre por el recorrido que conocemos hoy. Desde este año las modificaciones han sido insignificantes, excepto la introducción del doble vallado en 1940, como respuesta a la rotura de este por un toro que hirió a una espectadora el año anterior.
Los encierros de Pamplona junto con los de Cuéllar, un pueblecito segoviano, tienen el orgullo de recoger en sus crónicas, ser los más antiguos en esta tradición. Existen varias conexiones entre ambas poblaciones que hacen posible la hipótesis de que estuviesen relacionados. A saber,en el siglo XV, por dos veces, el Señorío de Cuéllar perteneció a Don Juan, rey de Navarra, de 1416 a 1430 y de 1439 a 1444; esto supondría el trasiego de gentes, caballeros y servidumbre entre ambos lugares del mismo señor; con ellos irían usos, costumbres y fiestas. Años después, en 1525, un cuellarano, Don Beltrán de la Cueva, III Duque de Alburquerque, fue nombrado Virrey de Navarra; de nuevo pudo haber intercambios de gentes y de costumbres, puesto que el Virrey llevó a cabo distintas campañas en el reino pirenaico y en territorio francés.
La historia trágica del encierro arroja la cifra de trece muertos: el primero en 1.924 y la última en 1.995. Sólamente en dos ocasiones, el 10 de julio de 1.947 y el 13 de julio de 1.980, ha habido que lamentar dos muertos producidos por el mismo toro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario