Teodora, esposa de Teofilacto, por su real voluntad hizo que el pontífice Sergio III (“el peor que haya tenido la Iglesia”) depusiera al anterior,declarándolo antipapa, declaración que extendió a los tres anteriores.
Asesino de sus predecesores, León V y Benedicto IV, inauguró un período del papado al que el cardenal César Baronio designaría, a principios del siglo XVIII, con el famoso nombre de «pornocracia». Fueron mujeres las que gobernaron en Roma y los papas no fueron más que juguetes de sus ambiciones políticas y de sus pasiones personales.
Durante los siete años que ocupó la sede de Pedro, Sergio III se plegó dócimente a los caprichos de Teodora y, sobre todo, a los de su hija menor, Marozia que empezó siendo su amante cuando sólo tenía quince años y él contaba cuarenta y cinco. Tuvo un hijo del Papa a cuya carrera se consagró y que con el tiempo sería a su vez Papa (Juan XI). Sergio moriría cinco años más tarde, tras siete de pontificado llenos de derramamientos de sangre, intrigas y pasiones. La única huella claramente positiva del paso de Sergio III por la sede de San Pedro fue la reconstrucción de la basílica de Letrán, destruida en el 897 por un temblor de tierra.
Su madre, Teodora, ya había hecho y deshecho a dos Papas cuando, contraviniendo el derecho canónico, tomó de la mano a su favorito galanteador, lo elevó primero de obispo de Bolonia a arzobispo de Rávena y, por fin, lo colocó en la silla de San Pedro como Papa Juan X.
Teodora vio que el enlace entre Marozia y el guerrero Alberico podría ser beneficioso para todos, de esa unión nacería Alberico hijo. Alberico quizá instigado por su esposa, intentó un golpe prematuro para apoderarse de la dirección de Roma. Enfrentado al Papa Juan X tuvo que huir de Roma, siendo asesinado en Orte hacia 925. Tan pronto murió Teodora, en 928, Marozia encarceló al pontífice antes de ordenar que fuese ahogado.
Los dos papas siguientes, fueron nombrados por Marozia, León VI y Esteban VII pero ambos tuvieron un breve pontificado, uno y otro desaparecieron en misteriosas circunstancias. A la edad de veinte años, el hijo de Marozia y del Papa Sergio III se convirtió en el Papa Juan XI.
Pero las ambiciones de Marozia iban todavía más lejos. Al fallecer el marqués Guido de Toscana, su segundo esposo, contrajo matrimonio con su hermanastro, Hugo de Arlés (o Hugo de Provenza), rey de Italia. Las maniobras que hubo que hacer para ello fueron históricas: en primer lugar deshacerse del actual marido, Guy, mientras Hugo hacía otro tanto con su propia esposa, declarar bastardo a su hermanastro y hasta cegar a otro de sus hermanos.
Pero finalmente un joven papa de 21 años, Juan XI, tras declara la nulidad del matrimonio de Hugo, acababa casando en el año 932 a su propia madre con su amante. ¿Qué podía impedir a su nuevo esposo convertirse en emperador y a ella en la nueva emperatriz?
Entonces todo se vino abajo a causa del segundo hijo de Marozia, el hijo legítimo, Alberico, que se sentía postergado por su madre, consiguió sublevar a la ciudad de Roma, ya incómoda por tanta perversidad. Tanto Marozia como su hijo Juan fueron confinados de por vida a Sant’Angelo, como antes hiciera ella con Juan IX. Y, como él, fallecieron en la cárcel. Juan XI fue el último papa del periodo conocido como "pornocracía"
Curiosamente Hugo salió a estampida de Roma abandonando a su esposa y posteriormente logrará una alianza con Alberico mediante el matrimonio de éste con su hija Alda , la hija fruto del matrimonio anulado por el hermanastro de Alberico, Juan XI, para poder casarse con Marozia.
En su Decline and Fall, Gibbon afirma que fueron estas "papisas" las que darían nacimiento a la leyenda de la Papisa Juana.
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