El 24 de julio de 1899, Valle Inclán pontificaba en su tertulia del Café de la Montaña sobre los duelos, que a su parecer eran una de las Bellas Artes. Entre otros contertulios, se encontraban Jacinto Benavente, el pintor Paco Sancha y el cronista Manuel Bueno, este último, asombrado, intervino para contradecirle, y Valle, indignado, le espetó un ¡Qué sabe usted majadero!, a la vez que blandía por el cuello una botella con actitud amenazante. Bueno se defendió a bastonazos y sus golpes le provocaron a don Ramón, además de una herida en la cabeza que sangraba aparatosamente, la fractura de los huesos del antebrazo izquierdo. Del Valle Inclán, como era una hombre a quien sus amigos definieron siempre como "una persona muy despreocupada", no se realizó las curaciones necesarias y adecuadas y, al cabo de unos días, sufrió una infección tal que el doctor Barragán Bonet se vió obligado a amputar el brazo gangrenado. El hecho, lejos de amedrentarlo o de sumirlo en estado de depresión, hizo que su ingenio saliera una vez más a la luz y el escritor comenzó a inventarse y fantasear con curiosas y grotescas historias acerca de la pérdida de su brazo, como aquella en la que había luchado con un león, que finalmente se lo arrancó y se lo comió o aquella en la que decía haber perdido el brazo en un duelo a sable por defender el honor de una dama y otras veces ¡que lo había perdido entre su barba!.
Don Ramón no tardó en hacer las paces con Manuel Bueno. Un día se le acercó tendiéndole su única mano y le dijo:
En enero de 1901 organiza con Ricardo Baroja una expedición a caballo a las minas de Almadén, en busca de un yacimiento de plata. Naturalmente, la quijotesca expedición se resolvió en un sonoro y doloroso fracaso, del que Valle se trajo una herida en el pie, producida accidentalmente al intentar cargar una escopeta. Pero como no hay mal que por bien no venga, como canta el refranero, este lamentable accidente hizo que Valle durante los tres meses forzados de reposo, escribiese Sonata de otoño, obra con la que consiguió reconocimiento literario y ciertas ganancias económicas.
- ¡ Doctor, ni se le ocurra ¡No quiero la sangre de ese!¡ La tiene toda llena de gerundios!
No tuve miedo, fui turbulento,
miré en las simas como en la luz,
di mi palabra con mi alma al viento,
como una espada llevo mi cruz.
Valle Inclán ( de Rosa Hiperbólica)
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