Diego Hurtado de Mendoza (1503-1575). Nacido en La Alhambra, era el hijo menor de Íñigo López de Mendoza (Capitán General del Reino de Granada) y de Francisca Pacheco y nieto del Marqués de Santillana. Tuvo una educación esmerada, contando con los mejores preceptores de la época, incluso su padre hizo venir desde Italia a Granada a Pedro Mártir de Anglería.
Representa como pocos el ideal renacentista de unión de las armas y las letras. Fue escritor, historiador, diplomático, soldado y muy culto. Hablaba latín, griego, el hebreo y el árabe, entre otras lenguas. Hombre de hercúleas fuerzas, se cuenta la anécdota de que paró a un toro en La Alhambra sujetándole con sus manos de los cuernos.
No se casó aunque fue Marfira, como llama D. Diego a Doña Marina de Aragón (1523-1543), la amada con la que parece recorrer todo un ciclo amoroso. Escribió un sentido poema In memoriam tras su muerte prematura.
Embajador en la corte de Enrique VIII, rey de Inglaterra en 1537 y Delegado del Emperador Carlos V en el Concilio de Trento (1545), tuvo desavencias con el Papa Paulo III, llegó a amenazar con tirar al río al Cardenal de Santa Croce si continuaba sugiriendo la clausura de dicho Concilio. Más tarde volvería a ser embajador en Venecia y Roma.
Gozó del favor y del afecto del Emperador Carlos V, pero Felipe II, sin embargo, lo detestaba y fue ruin con él. Llegó a encarcelársele en Medina del Campo acusándole de irregularidades financieras, el proceso que solicitó para demostrar su inocencia se falló treinta años después con su absolución (1578). En 1568, fue desterrado en Granada por una discusión con Diego de Leyva junto al lecho donde moría D. Carlos, el hijo mayor de Felipe II. Su ponente le amenazó con una daga y él, con su fuerza, le desarmó y le tiró por la ventana al patio. Ya en Granada, su sobrino el marqués de Mondéjar le puso al frente del ejército que tuvo que combatir la sublevación de los moriscos.
La "leyenda negra" dice que era por una antigua rivalidad amorosa con Felipe II, al pretender los dos a Isabel de Velasco. Aunque parece más cierto que el verdadero motivo de su desafecto era el deseo del rey de hacerse con la excelente biblioteca de don Diego, una de las más destacadas en la época, tanto en impresos como en su valiosísima colección de manuscritos ya que el Monarca la quería para su nuevo palacio de El Escorial. Don Diego, de forma sinuosa e irónica, le nombró único heredero de sus bienes. En 1574, para lograr el perdón real, le regaló seis o siete baúles llenos de manuscritos árabes. Se le permitió el acceso a la Corte, si bien no a Palacio.
De su muerte cuenta Gregorio Marañón: "le cortaron una pierna que se le gangrenó después de una temporada de terribles dolores, aunque no tantos como los de la amputación, que soportó rezando el Credo en voz alta como único anestésico".
Con una amplia obra poética, fue un gran prosista. Es el autor del Diálogo entre Caronte y el Alma de Pedro Farnesio y la Crónica de las Guerras de Granada, ejemplo de prosa clásica castellana, así como su Epístola a Boscán y el poema mitológico Fábula de Hipómenes y Atalanta.
Lope de vega dijo de él:
¿Qué cosa iguala a una redondilla de Garci Sanchez ó D. DIEGO DE MENDOZA?
Ya varios autores del siglo XVII atribuían a este escritor la autoría del Lazarillo de Tormes, teoría que alcanzó cierta fama sobre todo en el siglo XIX. Sin embargo es gracias a la labor de la prestigiosa paleógrafa Mercedes Agulló y Cobo en un estudio de inminente publicación, la que documenta con unos papeles encontrados en la testamentaría del cronista López de Velasco y concluye que Hurtado de Mendoza es el autor de esta obra.
López de Velasco, cosmógrafo, gramático e historiador, poseía una biblioteca impresionante de libros sobre América. Se le encargó (¿por el Rey?) oficialmente “castigar” el Lazarillo en 1573, es decir, de podarlo y censurarlo para poder sacarlo del Catálogo de los libros prohibidos. Fue también el encargado de publicar el Lazarillo expurgado.
Los documentos señalan claramente: López de Velasco, que era el testamentario de Diego Hurtado de Mendoza, en el inventario de sus bienes relaciona, primero, los papeles propios y, luego, los que eran de don Diego y él custodiaba. Uno de estos cajones contiene inequívocamente las correcciones del Lazarillo.
La primera novela moderna española, embrión del Quijote, ya tiene padre.
Representa como pocos el ideal renacentista de unión de las armas y las letras. Fue escritor, historiador, diplomático, soldado y muy culto. Hablaba latín, griego, el hebreo y el árabe, entre otras lenguas. Hombre de hercúleas fuerzas, se cuenta la anécdota de que paró a un toro en La Alhambra sujetándole con sus manos de los cuernos.
No se casó aunque fue Marfira, como llama D. Diego a Doña Marina de Aragón (1523-1543), la amada con la que parece recorrer todo un ciclo amoroso. Escribió un sentido poema In memoriam tras su muerte prematura.
Embajador en la corte de Enrique VIII, rey de Inglaterra en 1537 y Delegado del Emperador Carlos V en el Concilio de Trento (1545), tuvo desavencias con el Papa Paulo III, llegó a amenazar con tirar al río al Cardenal de Santa Croce si continuaba sugiriendo la clausura de dicho Concilio. Más tarde volvería a ser embajador en Venecia y Roma.
Gozó del favor y del afecto del Emperador Carlos V, pero Felipe II, sin embargo, lo detestaba y fue ruin con él. Llegó a encarcelársele en Medina del Campo acusándole de irregularidades financieras, el proceso que solicitó para demostrar su inocencia se falló treinta años después con su absolución (1578). En 1568, fue desterrado en Granada por una discusión con Diego de Leyva junto al lecho donde moría D. Carlos, el hijo mayor de Felipe II. Su ponente le amenazó con una daga y él, con su fuerza, le desarmó y le tiró por la ventana al patio. Ya en Granada, su sobrino el marqués de Mondéjar le puso al frente del ejército que tuvo que combatir la sublevación de los moriscos.
La "leyenda negra" dice que era por una antigua rivalidad amorosa con Felipe II, al pretender los dos a Isabel de Velasco. Aunque parece más cierto que el verdadero motivo de su desafecto era el deseo del rey de hacerse con la excelente biblioteca de don Diego, una de las más destacadas en la época, tanto en impresos como en su valiosísima colección de manuscritos ya que el Monarca la quería para su nuevo palacio de El Escorial. Don Diego, de forma sinuosa e irónica, le nombró único heredero de sus bienes. En 1574, para lograr el perdón real, le regaló seis o siete baúles llenos de manuscritos árabes. Se le permitió el acceso a la Corte, si bien no a Palacio.
De su muerte cuenta Gregorio Marañón: "le cortaron una pierna que se le gangrenó después de una temporada de terribles dolores, aunque no tantos como los de la amputación, que soportó rezando el Credo en voz alta como único anestésico".
Con una amplia obra poética, fue un gran prosista. Es el autor del Diálogo entre Caronte y el Alma de Pedro Farnesio y la Crónica de las Guerras de Granada, ejemplo de prosa clásica castellana, así como su Epístola a Boscán y el poema mitológico Fábula de Hipómenes y Atalanta.
Lope de vega dijo de él:
¿Qué cosa iguala a una redondilla de Garci Sanchez ó D. DIEGO DE MENDOZA?
Ya varios autores del siglo XVII atribuían a este escritor la autoría del Lazarillo de Tormes, teoría que alcanzó cierta fama sobre todo en el siglo XIX. Sin embargo es gracias a la labor de la prestigiosa paleógrafa Mercedes Agulló y Cobo en un estudio de inminente publicación, la que documenta con unos papeles encontrados en la testamentaría del cronista López de Velasco y concluye que Hurtado de Mendoza es el autor de esta obra.
López de Velasco, cosmógrafo, gramático e historiador, poseía una biblioteca impresionante de libros sobre América. Se le encargó (¿por el Rey?) oficialmente “castigar” el Lazarillo en 1573, es decir, de podarlo y censurarlo para poder sacarlo del Catálogo de los libros prohibidos. Fue también el encargado de publicar el Lazarillo expurgado.
Los documentos señalan claramente: López de Velasco, que era el testamentario de Diego Hurtado de Mendoza, en el inventario de sus bienes relaciona, primero, los papeles propios y, luego, los que eran de don Diego y él custodiaba. Uno de estos cajones contiene inequívocamente las correcciones del Lazarillo.
La primera novela moderna española, embrión del Quijote, ya tiene padre.
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