Javier Tejada Palacios nacido el 6 de enero de 1948 en Castejón (Navarra). Creció en una fábrica de lejía que dirigían su padre y su tío a 100 metros del pueblo, estaba como en las afueras porque además, había que pasar la vía del tren y ese pasar la vía marcó su infancia. Como la distribución de lejía cada día era menor, tuvieron que experimentar nuevas líneas de negocio hasta que dieron con la pastilla de lejía sólida para desinfectar piscinas. Su padre era químico y a Javier le gustaba ver los experimentos que hacía. No es raro que se despertase en él una fructífera curiosidad.
Hoy en día es catedrático de Física de la Materia Condensada en la Universidad de Barcelona y director del Laboratorio UBX.
Se licenció en Ciencias Físicas en Zaragoza el año 1970. Ese mismo año un catedrático le comentó que había conocido a un premio Nobel, Rudolf Mössbauer, que estaba dispuesto a aceptar a alguien en su laboratorio y decide irse a Alemania donde en 1975 fue investido doctor. En la actualidad es miembro de las siguientes instituciones: Real Sociedad Española de Física, Societat Catalana de Física, New Academy of Sciences y American Physical Society.
Premio Príncipe de Viana de la Cultura 2006, Premio Nacional de Investigación en el área de Ciencias Físicas, Materiales y de la Tierra en 2009, entre otros galardones, ha publicado 268 trabajos en revistas internacionales y ha escrito tres libros de texto publicados por prestigiosas editoriales.
Sus logros científicos más importantes son los siguientes: Primera evidencia experimental del efecto túnel de la magnetización (1992) junto al eminente teórico ruso Eugene Chudnovsky; Descubrimiento del efecto túnel resonante de espín (1996); Descubrimiento de la coherencia cuántica de espín (1999) y Descubrimiento de la "deflagración magnética cuántica" (2006).
Ha generado 15 patentes, entre ellas, la del método de seguridad del euro, comprada por el Banco Central Europeo.
Pero muy probablemente Javier Tejada grabará su nombre en la historia por haber descubierto un nuevo fenómeno físico que abre un mundo de aplicaciones. Entre ellas, los rayos táser, que, en los aeropuertos del futuro, nos dejarán literalmente desnudos.
Como curiosidad diremos que también ha probado que si uno empequeñece una brújula hasta proporciones imperceptibles al ojo humano, a escalas pequeñísimas, ésta, de pronto, deja de marcar el norte y empieza a señalar el sur... eso sí, para observarlo hay que hacerlo a –270 ºC. Y lo increíble es que ocurre sin haber hecho nada para cambiar la polaridad.
Su prestigio dentro de la comunidad científica mundial y la complejidad del trabajo que desarrolla no están reñidos con la sencillez de su carácter.
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