El escritor inglés ambientó una de sus obras, Trabajos de amor perdidos, en la Corte navarra de Pau, en una Navarra imaginaria. Escrita en 1594 (se trata por tanto de una de sus primeras obras) comienza con el rey de Navarra y tres de sus nobles compañeros, Berowne, Dumaine, y Longaville, jurando dedicarse tres años al estudio, renunciando al disfrute de placeres carnales y a la compañía de las mujeres.
Las cosas se pondrán difíciles para el cuarteto cuando llegue la princesa de Francia con su séquito para negociar con el Rey la rendición de Aquitania. Al conocerla, el rey de Navarra se enamora de la princesa, y sus compañeros, de sus damas. Todos ellos, dominados por la vergüenza, se espían mutuamente.
“Navarra será el asombro del mundo”, nos dejó escrito en ella William Shakespeare.
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