La mañana del jueves 1 de septiembre, mientras estaba ocupado en hacer mi acostumbrada observación de las formas y posiciones de las manchas solares, fui testigo de una aparición que creo debe ser extremadamente rara. Proyectaba la imagen del disco solar, como suelo hacer habitualente, sobre una plancha de cristal revestido con temple de color paja pálido, y a una distancia y mediante una amplificación que presenta una imagen de unas 11 pulgadas de diámetro. Había obtenido los diagramas de todos los grupos y manchas aisladas y en ese momento estaba ocupado en contar con el cronómetro y registrar los contactos de los puntos con las cruces usadas en la observación, cuando dentro del área del gran grupo norte (cuyo tamaño había generado previamente un gran revuelo), estallan dos zonas de brillante intensidad y luz blanca.
Mi primera impresión fue que por algún casual había penetrado un rayo de luz en la pantalla adosada a la lente de objeto, la brillantez fue igual a la de la luz directa del sol; pero de inmediato se interrumpe la observación actual y causa que la imagen se mueva ...
Me di cuenta que era testigo no preparado de un acontecimiento diferente. Por consiguiente, registré la hora del cronómetro y presencié el aumento del estallido y estando algo agitado por la sorpresa, corrí apresuradamente a llamar a alguien para que fuese testigo de la exhibición conmigo y aúnque regresé antes de 60 segundos, me avergoncé al ver que había cambiado y se había debilitado. Muy poco después desapareció la última huella. En ese lapso de 5 minutos, las dos zonas de luz recorrieron la distancia de 35.000 millas.
Richard C. Carrington
Noticias Mensuales de la Royal Astronomical Society, vol. 20, 13-15, 1860.
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