La leyenda se hará famosa con su inclusión en la obra de Amaya y los vascos en el siglo VIII de Navarro Villoslada. Su origen se ha situado a fines de la Edad Media o comienzos de la Edad Moderna, según Julio Caro Baroja. De hecho, la leyenda aparece reflejada en la Crónica de los Reyes de Navarra (1534) escrita por Mosen Diego Ramírez de Abalos y asimismo recogida por don Esteban de Garibay en su Compendio historial... (1571).
La leyenda cuenta que don Teodosio, hijo del señor del palacio de Goñi, uno de los ricos hombres del país, se casó con doña Constanza de Butrón y Vianda, noble del lugar. El año 707, en el reinado de Witiza, don Teodosio fue a prestar servicio de armas al rey. Dña. Constanza quedó sola en su palacio con los padres de Teodosio, a los que tuvo la deferencia de hacerles dormir en la habitación señorial, pasando ella a otra más pequeña.
Cuando Teodosio volvía victorioso a su castillo, hallándose ya en las cercanías de su pueblo en el paraje Errotavidea (camino del molino) que conduce al valle de Ollo le salió al encuentro el diablo disfrazado de Basajaun («Señor de los Bosques») que le hizo creer que su esposa le era infiel con un criado mancillando su honor y el de su familia.
Don Teodosio regresó precipitadamente a casa de su mujer y atravesó con su espada a la pareja que yacía en su cama, sin percatarse de que eran sus padres. Al salir de casa vio con sorpresa a su mujer que salía de la iglesia y venía hacia él jubilosa por su regreso.
Espantado D. Teodosio al comprender que acababa de matar a sus padres, sale huyendo precipitadamente de su esposa, acude rápido a confesar su crimen al párroco de Goñi, al parecer un venerable anciano llamado Juan de Vergara, quien le ordenó saliera aquella misma noche hacia Pamplona. Presentándose Goñi ante el obispo iruñés San Marciano, éste le mandó peregrinar a Roma, donde el Papa Juan VII, le impuso como castigo el que cargado con cadenas al cuello, hiciera penitencia solo, durmiendo al raso hasta que los hierros se le cayeran por si mismos, lo que indicaría el perdón divino. Comenzó su penitencia Goñi errando por las sierras de Aralar de manera ejemplar realmente arrepentido por su acción.
Pasados siete años, al encadenado Teodosio de Goñi, se le apareció en una cueva un terrorífico dragón (Herensuge) con ojos centelleantes y ponzoñosa boca. Temeroso por su vida suplicó a los cielos. Sus súplicas fueron escuchadas y apareció el arcángel San Miguel, con la cruz sobre su cabeza, quien venció al dragón. En ese instante las cadenas se rompieron y quedó en libertad. El dragón quedó muerto y San Miguel, antes de desaparecer, dejó a don Teodosio una pequeña imagen de madera.
Ya libre, rotas las cadenas, volvió a su casa de Goñi donde le esperaba su esposa. Y ambos, agradecidos a Dios, erigieron un santuario al Arcángel en lo alto de Aralar, al que llamaron San Miguel in Excelsis. Allí se veneran la imagen de San Miguel y las cadenas del sacrificio.
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